La polvareda levantada por el aumento de los impuestos sobre la gasolina y el tabaco es significativa de lo que ha cuajado la concepción negativa sobre la fiscalidad. Ha ocurrido que la derecha y la izquierda han coincidido en competir en el descrédito de la recaudación del Estado: los dos grandes partidos presumen de bajar los impuestos cuando en realidad los suben.

Los impuestos son el mecanismo que tiene el Estado para proveerse de recursos con los que satisfacer los servicios que presta a la sociedad. Pero además, desde un criterio progresista es la forma de reunir fondos para una redistribución de la riqueza, socorrer a quienes tienen menos recursos y fomentar la igualdad.

Hubo una época en la que la socialdemocracia se distinguía por utilizar la fiscalidad como instrumento fundamental del estado de bienestar y la progresividad de la recaudación en función de rentas de trabajo y de beneficios de capital y de sociedades eran la vía redistributiva.

Las doctrinas neoconservadoras de los últimos veinte años han conseguido establecer que los impuestos son un mal inevitable. En España la tendencia de los últimos años, gobernase la izquierda o la derecha, ha sido la disminución de la progresividad fiscal, la desaparición o amortización de los impuestos sobre el patrimonio y las sucesiones y la realidad de que la carga impositiva más gravosa en proporción cae sobre las rentas del trabajo, las que más difícil escapatoria tienen y más comodidad recaudatoria permiten.

Si el Estado se endeuda y quiere mantener el nivel de inversiones y prestaciones de subsidio no queda más remedio que aumentar la presión fiscal. Sostener lo contrario es estar dispuesto a dejar caer también a los sectores financieros y empresariales en crisis porque el dinero que reciben como tabla de salvación proviene directamente del déficit del Estado y del endeudamiento y la recaudación. Parece que las subvenciones del Estado, para muchos, sólo tienen sentido cuando las reciben las empresas o los sectores financieros e industriales y no los desempleados o los marginados.