Imaginar que hay un microbús que sale y regresas una vez al día, diariamente, de Lisboa. Que la carreterita Ex-100, que une y desune las dos únicas provincias de la comunidad, es autovía. Fuera curvas peligrosas, fuera tráfico intenso, sino fluido, escasos accidentes, ni fallecidos. Que la feria de Cáceres es otra clase de feria, de mejor contenido, mayor esencia, un lugar escogido, que se han transformado, reformado y conformado de modo que espectáculo, cultura, salones de baile y música, conciertos e infancia, disfrutase de una semana de categoría superior que otorgue más plenitud a sus numerosísimos clientes y amigos.

Que la pequeña y mediana empresa concitase tanto interés y progreso que, incluso, el funcionario pidiera excedencias y se dedicara al mundo empresarial con ahínco desconocido por estos lares. Que, sin desmerecer un solo bar, se incrementaran las librerías o cafés con libros, o libreros con café con leche, como hábito y costumbre. Que la limpieza de cada calle fuese obligación de cada vecino, es decir, que a ningún vecino se le pasase por la cabeza ensuciarla: jardineros, barrenderos podrían dedicarse a otros menesteres. O poner un límite de tiempo al callejear de las provincias, según Stendhal. ¡Cuánto cuesta soñar! Porque después hay que despertar.