Dos minutos. Ese fue el lapso de tiempo transcurrido la noche del viernes entre la segunda investidura fallida de Mariano Rajoy y el comunicado oficial que ungía al exministro José Manuel Soria como aspirante español al Banco Mundial. Un Gobierno que por estar en funciones prevé congelar la paga a los pensionistas sí se siente legitimado para formalizar esta vergonzante candidatura, que guardó en secreto para que no interfiriese en el debate parlamentario... ni en el pacto con Ciudadanos.

La artera maniobra retrata la (nula) voluntad regeneracionista del PP y el (escaso) influjo que ejerce la ética en las decisiones del Ejecutivo. A un ministro dimitido por operar en paraísos fiscales y mentir al respecto se le juzga idóneo para ocupar asiento en el Banco Mundial, cuyo código de conducta exige "integridad en la conducta personal y profesional" de sus miembros. Cierto que el sueldo de Soria, 18.000 euros al mes, estará libre de impuestos, aspecto este en el que sí puede acreditar experiencia.

Ante el estupor de la oposición y de los barones populares, alega Dolores de Cospedal que Soria no dimitió por corrupto. De lo que se colige que, para el PP, nada hay de reprochable en que un cargo público engañe al fisco. Pero, si no había nada que ocultar, ¿por qué el Gobierno no formalizó su candidatura hasta la noche del viernes?

Albert Rivera ya padeció en sus carnes el oprobio de firmar con el PP un pacto anticorrupción que ni sobre la definición misma de corrupción logró ponerlos de acuerdo. Súmese al episodio de Soria la displicencia que Rajoy le dispensó en el debate y podrán imaginar las dimensiones del cabreo de Rivera, que ha medio resucitado su efímero veto al presidente del PP.

Los barones socialistas y la corte mediática proclives a la abstención del PSOE deberían preguntarse, en caso de que les preocupase, qué cara se le hubiera quedado a Pedro Sánchez si, tras facilitar la investidura, la primera medida de Rajoy hubiera sido promover a Soria. Ahora que la pelota pasa al tejado del PSOE y las restantes fuerzas opositoras, suya es la decisión: o superan sus diferencias, o más de lo mismo.