TPtrimavera que no llega", dice Pau Donés en una canción. El invierno ha sido casi eterno. La primavera ha llegado, pero no, aquí ha pasado de largo, como otras tantas muchas cosas. Creía que había una cosa que se llamaba 'entretiempo', esos estadios intermedios entre estación y estación en los que no se acierta con lo que se pone uno de ropa. He oído hablar a nuestros padres del 'armario de entretiempo'. Pero eso ya no existe. Un día estamos con los abrigos, la bufanda y el paraguas y al día siguiente nos encontramos asfixiados en el paseo Cánovas. Fue este pasado fin de semana como una explosión de calor. La primavera llegó por sorpresa y con tanto ímpetu que ya es verano. Salimos a la calle dispuestos a empaparnos de sol tras el invierno más largo que recuerdo, más gris, más oscuro en todos los sentidos y no sólo desde el punto de vista climatológico.

Y con la primavera llegaron más sorpresas. Recibí una carta de la compañía del gas diciendo que me cobraban más de 50 'eurakos' por no se qué revisión obligatoria. Que digo yo que si es obligatoria por qué la cobran y por qué no te avisan de que lo van a hacer. Otra sorpresa: me cobran 19 'eurakos' por un raro concepto de 'mantenimiento' de la tarjeta de crédito. Son curiosas estas sorpresas. Quizá antes sucedían pero claro, vivíamos en plena bonanza y ahora miramos el estadillo del banco al milímetro. Uno empieza a estar harto de tanto cobro inesperado por sus proveedores de siempre. De momento, me quedo con esta primavera voluptuosa, que no es primavera, sino un verano 'de facto'. Como estas facturas inesperadas que son atracos suaves y en papel timbrado, pero robos en suma. Refrán: La primavera la sangre altera y también te asalta la cartera.