TEtn muchas ocasiones he oído decir que Franco tenía un sosias que le suplía en actos públicos cuando él estaba indispuesto o le resultaban engorrosos. La película Espérame en el cielo , de Antonio Mercero , 1988, cuenta las aventuras y desventuras de este sosias abnegado por obligación, quien por otro lado, a costa del dictador, se ve inmerso en situaciones ventajosas de las que sabe sacar provecho.

Seguramente todos tengamos uno o varios sosias. Ser sosias de alguien puede traernos alguna alegría, como por ejemplo, si nos confunden con un famoso muy famoso en un restaurante y el dueño del establecimiento nos invita a comer a cambio de poner nuestra jeta junto a su cara en una fotografía. O traernos de cabeza si tenemos la mala suerte de que nos tomen por un tristemente famoso --un político poco recomendable, por ejemplo-- en un restaurante y nos inviten a marcharnos para no vernos la cara.

Los sosias, al igual que los famosos, nacen o se hacen. Por ejemplo, si usted es igual físicamente que el Príncipe Felipe o Paquirrín , es un sosias predestinado, porque ambos ya eran famosos antes de nacer. Sin embargo, si es idéntica a la Princesa Letizia o a Isabel Pantoja , es usted una sosias por casualidad. También existen sosias prefabricados, que son los dobles de los famosos que se han reinventado a sí mismos, como Mikel Jackson , o Charlie Chaplin . Estos sosias tienen poco mérito, porque se disfrazan para ser dobles de un disfraz.

Hace unos días descubrí en Cáceres a un sosias de Cristiano Ronaldo --a mí, al menos, se me parece mucho al futbolista--, y no llevaba un balón entre los pies, sino un tornillo entre los dedos de la mano. Es un joven dependiente de la conocida ferretería Diosán. No sé si es bueno o malo jugando al fútbol, pero seguro que es buen vendedor, y dado que en el nuevo Real Madrid tanto vale el fútbol como el comercio, bien podría don Florentino ficharle para suplir al jugador cuando este se canse de vender camisetas.