Por primera vez, unas elecciones tienen premio en metálico. Si los contribuyentes votan socialista, recibirán 400 euros. Esta es la última puja de la subasta electoral que han organizado los dos grandes partidos. En esta ocasión, al presidente del Gobierno se le ha ido la mano cuantificando el precio de los votos y prometiendo su pago en metálico.

El sonrojo ha debido de subirse a los carrillos del poder, porque Fernández de la Vega ha afirmado que esta prima no se puede pagar antes de las elecciones porque no da tiempo a hacer los trámites. Se equivoca: bastaría con publicar la medida en el BOE, sin condicionarla al triunfo electoral.

Las alarmas han saltado en la Moncloa, tal vez por temor a que algunos españoles, ofendidos por este intento de comprarles el voto, reaccionen como aquel jornalero andaluz durante la Segunda República, que respondió al terrateniente granadino cuando le enseñó unas monedas en la cola electoral, reclamándole el voto: "En mi hambre mando yo". Ni siquiera Bush se ha atrevido a un gesto como el de Zapatero . En EEUU se ha elaborado un plan de devolución de impuestos y se ha llevado enseguida al Congreso para ponerlo en práctica. Sin condiciones electorales.

Cada día resulta más difícil encontrar coherencia socialista en muchas políticas del Gobierno, que se traducen en reclamos y regalos para los sectores de la sociedad entre los que quiere reclutar votos. Se ayuda a los jóvenes con subvenciones para el alquiler. ¿Por qué no a los parados mayores? ¿No sería más progresista dibujar políticas de vivienda que garanticen lo que la Constitución dice del derecho a tener un hogar? Se prometen 2.500 euros por niño nacido. ¿No sería más socialista dibujar políticas para fomentar la natalidad defendiendo los derechos de las madres que necesitan ayuda? En España hay gente con pocos recursos, hay muchas desigualdades, pero no hay hambre física generalizada como en la Segunda República. Tal vez la medida tenga un efecto no deseado si los ciudadanos se dan cuenta de que esta subasta ya no tiene crédito, sobre todo porque empieza a resultar ofensiva.