O sea, que Bárcenas demanda al PP por despido improcedente porque desde marzo del 2010 hasta el 31 de enero último fue asesor del partido, que le pagaba 21.300 euros al mes. A saber de qué nos enteraremos en las próximas horas. Todo lo que se nos ha dicho sobre el mayor escándalo de la democracia cae por los suelos, y la situación del partido del Gobierno se convierte definitivamente en un subproducto kafkiano, todavía más, mucho más que horas antes, cuando Dolores de Cospedal pronunció su histórica perorata tragicómica en torno a la "indemnización por despido diferido" que ha sido el hazmerreír de España y de Europa entera.

Los lectores me perdonarán si cuando este artículo llegue a ellos la realidad todavía se ha disparatado más, cosa difícil, pero no imposible. Todo lo que el partido y Luis Bárcenas han dicho y hecho se va al infierno y lo mismo el contenido básico del debate del estado de la nación y los discursos de Mariano Rajoy durante su desarrollo. Y yo que quería haberles escrito a ustedes hoy sobre el caos político surgido del resultado de las elecciones italianas...

También me hubiera gustado hablar del lío en el seno del socialismo español a propósito del soberanismo catalán. Pero desde la perspectiva política española todo lo demás queda a la alturas del betún, todo lo que sea distinto de la tragicomedia del PP, su Gobierno, su presidente y el todopoderoso Luis Bárcenas. El ex tesorero, supongo, se siente desde ahora mismo libre e impulsado para chantajear o aplastar a su viejo partido y a su ex amigo el presidente Rajoy. Podemos ver y oír a partir de ahora las cosas más inverosímiles, algunas de las cuales pueden llevarse por si mismas por delante a toda la estructura de poder de España.

Les confieso que desde la perorata de Cospedal yo me temía lo peor, pero la realidad ha superado con creces todos mis temores. Ya nada hay comparable ni casi siquiera reseñable fuera de esa horripilante historia. Que Dios proteja al partido todavía gobernante, más que nada para que al tiempo nos proteja a nosotros, los españoles. Piedad, Dios mío, piedad.