TEt Gobierno, sobre todo el equipo económico, se resistió cuanto pudo, y es comprensible. Tacita a tacita, los 426 euros son un gasto importante para nuestras exhaustas arcas públicas, y además está comprobado que encadenar subsidios desincentiva la búsqueda de empleo y la aceptación de los menos atractivos entre un porcentaje significativo de los ciudadanos y sobre todo de las ciudadanas con obligaciones familiares y/o menos cualificadas profesionalmente.

La ampliación seis meses más de los 426 euros a los parados que hayan agotado todas las prestaciones por desempleo, sin embargo, era inevitable. Una cuestión de solidaridad en esta crisis tan dura y prolongada. No somos fieras aunque a veces lo parezca. El Estado de bienestar, la democracia moderna, no puede dejar ni un día tirado en la cuneta a ningún ciudadano que haya perdido su empleo y no encuentre otro por más que lo busque, solo porque pueda haber --y haya-- quien se aproveche ilegítimamente de la situación. La solidaridad con los impuestos de los ciudadanos obliga al Estado a ser extraordinariamente riguroso y cuidadoso con la chequera, y desde este punto de vista, el endurecimiento que han experimentado las condiciones para tener derecho a esos 426 euros en esta segunda ampliación, también es natural. La única barrera que, en mi opinión, hay que poner al acceso a una prestación como esta es, efectivamente, que la persona se encuentre en una situación que precise especial atención y que tenga y muestre voluntad y disposición de formarse, encontrar y aceptar un trabajo.

Hacer oscilar el péndulo entre los menores de treinta años y los mayores de cuarenta que lleven un tiempo x en el paro, o limitar las opciones del tramo de en medio a quienes tengan responsabilidades familiares, como ha hecho el Gobierno, establece un límite si quieren tan arbitrario como cualquier otro; ¿por qué no un poco más, o un poco menos, a este sí y a mí no?, se podría decir seguramente con razón. La cuestión, evidente, es que como el dinero público no es infinito en algún sitio hay que trazar la raya que incluye a unos y reconduce a otros casi al circuito de la caridad. O sin el casi. Espera el Gobierno que esta sea la última vez que haya que ampliar los 426 euros otros seis meses, y lo único que a mí se me ocurre al respecto es que Dios les oiga. Sería señal de que la recuperación económica empieza a ser al fin lo suficientemente sólida como empezar a tirar del empleo, y enfilamos la calle del adiós a la crisis. En las crisis, el empleo es el peor estudiante de la clase, el último de la fila; que apruebe , la luz al final del túnel.