La convención del PSOE que clausuró ayer en Zaragoza José Luis Rodríguez Zapatero ha dejado en el aire todas las incógnitas que se ciernen sobre el futuro político de este y ha confirmado que, abierta por el PP la discusión sobre la viabilidad del modelo autonómico, los socialistas han estado al quite y se han adjudicado el papel de defensores acérrimos del diseño constitucional. En el fondo, ambas cosas eran previsibles, pero la cháchara dedicada a la sucesión del presidente del Gobierno y las declaraciones de apoyo a este que proliferaron en la apertura de la convención levantaron expectativas: ¿y si el interesado anunciaba que, con dos mandatos, se sentirá colmado? La respuesta de Zapatero estuvo a la altura de las circunstancias: lo que importa es ocuparse del futuro del país más que del futuro cartel electoral del PSOE. Si esto acallará los rumores o será utilizado como confirmación indirecta de que algo barrunta el presidente para después de las municipales, es harina de otro costal. El control el tempo político está en manos de unos pocos, entre los cuales se cuenta desde luego Zapatero. No hay duda de que, con las encuestas en la mano, a menos de cuatro meses de las municipales y autonómicas, perderse en bizantinismos sucesorios puede ser más costoso en las urnas de mayo que dejar la discusión para más adelante. En cambio, salir en defensa de las autonomías, discutidas por el establishment popular, puede activar a parte de un electorado aturdido por la crisis e inclinado a quedarse en casa o a votar en contra de quien gobierna.