No podía haber mejor metáfora de la situación actual de la Universidad en Extremadura que esa disputa, bizantina y numantina a la vez, sobre un ya famoso cubo arquitectónico, el de Biblioteconomía, que amenaza con transmutarse en cubo de Rubik, el perverso artilugio que en los años ochenta martirizó a tantos españoles por la dificultad de resolución de su aparentemente simple juego de colores.

Confieso que me preocupa el asunto porque trabajo en la facultad implicada, pero no tanto por las posibles consecuencias (aquí se aplicará más pronto que tarde, por quien corresponda, el famoso dicho español: ¡no pasa nada!), sino por las barbaridades oídas y las repentinas pérdidas de memoria, auténticas lobotomías sociales, que se reflejan en el problema planteado.

Nadie ha dicho nada en estos días sobre los responsables de tamaña barbaridad y, por supuesto, ellos permanecen calladitos en sus jugosos cargos o en sus dorados retiros. Mientras, se apela a la tranquilidad por los mismos que presentan la demanda cuando se amenaza con llevar la facultad al campus, que es quizá donde debía haber estado desde el principio. En este asunto somos el perro del hortelano, ni comemos las berzas ni las dejamos comer.

TODO OBEDECE a que la Universidad de Extremadura se mueve históricamente entre la alharaca y el olvido, se presentan en un momento dado supuestas conquistas de manera rimbombante, para justificar luego un panorama que en nada se corresponde con la previsión inicial mediante el recurso simple a la ignorancia del asunto y, si acaso, a la justificación comparativa. Así sucedió con las nuevas titulaciones que doblaron la oferta de títulos, como caso más llamativo, pero sucede de forma recurrente con el estado económico, el número de alumnos, la dotación de plazas de profesorado y su distribución racional, etcétera.

Mientras tanto, la Uex pierde de forma irreversible su ilusión inicial, la de esos profesores que, allá por los años setenta del siglo XX, creyeron que era posible fundar en Extremadura una academia en el sentido auténtico del término y dotar a la región de una ciudadanía responsable, consciente y crítica.

En el camino ha sucedido que primero se creó una clientela, luego se aseguró la dotación económica para esa clientela y, por fin, vamos a alcanzar los más altos designios con cada vez menos alumnos y con profesores preocupados por saber qué opina la Junta y/o el rector y acatar lo que digan.

De la ilusionante idea inicial nos alejamos cada vez más, para caminar a una Universidad práctica según sus impulsores, pero en realidad hacia una academia de medio pelo que no podrá competir con casi ninguna de las Universidades españolas, por no mentar siquiera las europeas. Considero este proceso irreversible y, ahora que no se pueden argumentar razones electorales, estimo que es necesario decirlo para dejar constancia de algo que preocupa seriamente a bastantes universitarios.

Porque los problemas permanecen pese a que se quieran ocultar en un proceso constante de lobotomización. Cuando algo molesta se extirpa o simplemente se elude, pero los alumnos seguirán marchándose y no vale decir que eso sucede en todas las Universidades, porque las justificaciones del rector me recuerdan las de un decano que tuve que, para mantener la existencia de una titulación sin alumnos donde él tenía su clientela profesoral, argumentó que en un año el alumnado de esa titulación había crecido el 100%, claro que sin especificar que había pasado de un alumno a dos. No es lo mismo perder 6.000 alumnos en Extremadura que 30.000 en Madrid y las consecuencias las sentiremos con crudeza antes de una década.

Ahora se dice también que hay que aprovechar los nuevos planes de estudios para acabar con los desajustes, pero sin decir cuáles son esos desajustes, quién los ha provocado y cómo se van a resolver, porque precisamente el poder universitario actual se sustenta en los más interesados en que no se toque nada.

Para resolver este sudoku endiablado, creo que lo mejor será darle al señor rector un consejo, sobre todo vista su probada capacidad para conseguir fondos para la Universidad: pídale a los poderes públicos que ofrezcan a los alumnos de la Uex un sueldo por quedarse en nuestra Universidad (ya lo están proponiendo en Andalucía para los bachilleres) y todos viviremos felices y comeremos perdices.

El cuento se ha acabado, pero me temo que los problemas no.

*Catedrático de la Uex