El sueldo medio de un extremeño el año pasado fue de 16.319 euros; el de una extremeña, 12.303, es decir, 4.016 euros de diferencia a favor del varón.

Estos datos muestran dos cosas que son ya sabidas y que vienen de lejos: que las mujeres, en muchos casos, ganan menos que los hombres aunque tengan igual trabajo; y, además, que el trabajo de las mujeres es de menor consideración social que el de los hombres. No es de extrañar en una región en la que el desempleo femenino dobla al masculino, pero debería de extrañar cuando, al mismo tiempo, los mejores expedientes académicos son los de las mujeres y las carreras universitarias en las que, como Medicina, se exige las más altas notas de corte, los pupitres de las aulas los ocupan mayoritariamente las mujeres, lo que viene a significar que si las mujeres gozaran de una auténtica igualdad de oportunidades deberían ocupar los puestos de trabajo de mayor responsabilidad, que son los más cotizados y los mejor retribuidos. ¿Cuándo será esto posible? Es difícil de prever, pero no será pronto. Un dato lo demuestra: la brecha salarial a favor del hombre aumentó en el 2008 casi 100 euros en relación con el año 2007.