XSxe oyen voces serias con respecto a la franja norte de Extremadura. Se escuchan definiciones y frases de unidad y adjetivos para fijar y encomiar el norte regional. Cada vez son más la entidades que surgen con el apellido comunitario del norte: Sierras del norte, Valles del norte, Comarcas del norte; Plasencia y entorno, Plasencia y su tierra, Plasencia y zona norte. Expresiones literarias: soñar el norte , otra Plasencia y otro norte es posible , y suena necesariamente bien. O en lo más pragmático: Juzgado de lo Social para el norte, Empresarios del norte, Cooperativas del norte, infinidad de empresas con la coletilla del norte... Y en la comunicación y la prensa: Televisiones y Radios del norte, Periódicos y Revistas del norte... Conclusión: que el norte extremeño vive, existe como realidad física, social, cultural y económica; y también como otras muchas realidades de enjundia y poso demostrables en cualquier momento. Es cierto, como lo fue ayer y como lo es hoy con más fuerza y posibilidades tal vez que nunca. Existe además con personalidad, como exponente único y claro en el sentido histórico, geográfico y territorial incardinado en la comunidad autónoma de Extremadura. A la soñada representación corporativa del alfoz norteño regional, ya no se le pueden hacer pues mas oídos sordos para reconocerla como realidad unida dentro de la extremeñidad a la que pertenece. Aceptándola sin recelo como una parte singular en el contexto autonómico, identificada ya especialmente incluso en la propia nación española a decir de domésticos y visitantes. Unicamente permanece inexistente en lo político: en la división político-administrativa.

Parece probable que para poder conseguir una nueva y más justa redefinición de las provincialidades de Extremadura (¿cuatro o tal vez cinco?) haría falta consultar la Constitución Española y no está el horno para bollería fina. Ni además tampoco es algo perentorio, aunque fuese por otro lado beneficioso para lograr mayor representatividad extremeña en la corte general del Estado y éste además demostrado que el divisorio provincial decimonónico ha quedado obsoleto, e incluso se empiece seriamente a cuestionar la utilidad de las demarcaciones provinciales que, una vez consolidado el sistema autonómico, piensan los analistas, debiera trocar en macrocomarcalizaciones por razones entre otras de cercanía administrado-administración. Independientemente de ello se podrían habilitar mientras tanto otras fórmulas asequibles que rearticulasen debidamente y mejor la región, ofreciendo una vertebración adecuada a las exigencias sociales actuales de los altoextremeños. Con la voluntad de todos los representantes septentrionales, multidisciplinares ellos, cabría incluir con urgencia la consecución de las representaciones oficiales e institucionales de las que aún se carezca. Y no solo quedar ahí. Debemos, sería un esfuerzo social común, del mismo modo lograr que las delegaciones también de los entes socioeconómicos, culturales, privados, sindicales, colegiales, comerciales, deportivos etcétera, estén igualmente presentes con sede en la amplia zona en la que realizan sus negocios o gestiones. Articulando se consigue mayor dinamismo.

Sin embargo son principalmente los políticos los encargados en democracia de la consecución de las aspiraciones legítimas del ciudadano. Muchos recogieron en campaña la sugerencia norteña. Pero en este país es corriente que se olviden rápidamente las promesas electorales contraídas; y desgraciadamente los electores nos olvidamos también con frecuencia de exigir su cumplimiento. Son decenas los portavoces del tajo-arriba convertidos en profesionales y asalariados de la política a los que, una vez conseguido el sitial o escaño, más al sur o más al este, el norte les empezó a quedar un poco lejos, y como dedicación laboriosa engrosan tan solo las filas disciplinadas que aprietan con energía su botón cuando se les ordena, ignorando consecuentemente que están allí gracias al pueblo soberano y a la circunscripción por la que se presentaron en primer lugar, y no solo por el partido. Y para que decir de los estómagos agradecidos, intelectuales bienpagados, o cargos de confianza eternos, con ellos ni contar: jamás contrarían la voz del organigrama. Son los de las fidelidades inquebrantables que, premiadas debidamente, les obligan a un rendibú constante, paralizador al caso de cualquier proyecto que pueda incomodar y poner entonces en solfa su cómodo estatus. Tendrá, me temo, que ser de nuevo en esto la reiterada sociedad civil la reivindicadora y demandante.

Con todo, son esperanzas muy importantes y justas que deberemos anotar y exigir en su momento para que se lleven en los programas y candidaturas y se trabaje por ello. Y si no: pues no se les vota.

*Presidente del Ateneo

Ciudad de Plasencia y Entorno