WPw or primera vez en la historia de un país abrumado y en parte avergonzado por su pasado segregacionista, un negro representará a uno de los dos grandes partidos en la elección presidencial prevista para el próximo 4 de noviembre. La coronación de Barack Obama en la convención del Partido Demócrata en Denver simboliza sin lugar a dudas la realización del sueño de igualdad de derechos y conciliación racial a que aludió Martin Luther King hace exactamente 45 años y de la que tanto se ha escrito a lo largo de todo este tiempo.

Nadie disputará al brillante Obama, pasajero privilegiado del ascensor social, la gloria y la responsabilidad de haber superado el prejuicio étnico para convertirse en el candidato más carismático desde que John Kennedy alcanzara las cotas más altas de popularidad entre los americanos en 1960, cuando aseguró que los sueños nunca mueren y creó la ilusión de una nueva frontera, también de la que tanto se ha escrito y que ha sido inspiración incluso de la gran pantalla.

El camino hacia la Casa Blanca de Estados Unidos está erizado de obstáculos, entre los que resaltan la sombra de la raza (el factor oculto) y el abismo generacional que condicionan el voto de un sector del electorado (cuellos azules) que hasta ahora votaba invariablemente a los demócratas y apostó por Hillary Clinton.

Para abordar con éxito esa encarnizada batalla, como todos los candidatos vencedores, el senador de Illinois centró su mensaje, limó sus aristas, rompió con el incendiario pastor Jeremiah Wright, apóstol de la confrontación racial, y repudió el elitismo, pero no logró acallar los rumores sobre su inexperiencia ni mitigar los reproches por el equívoco ideológico que lo acompaña.

El Partido Demócrata está unido y en formación de batalla detrás de un líder que abandera el sueño de los jóvenes, cuya candidatura avanza "en el sentido de la historia", según Bill Clinton. Con un discurso elocuente, menos lírico de lo habitual, Obama asumió la candidatura con un ataque acerado contra John McCain (ahora MacCain ha pasado al ataque y ha elegido como su número dos a Sarah Palin), al que vinculó con "la fallida presidencia de Bush".

Pero además, Obama se comprometió a restaurar "la promesa de América", frustrada por los republicanos, y en la estela de Clinton, abogó por rebajar la carga fiscal de una clase media golpeada por la crisis, dejando a McCain en compañía de los ricos.

Nada nuevo en política exterior, sino la reiteración de los errores de Bush-Cheney y la promesa de acabar con la guerra de Irak "de forma responsable", para centrarse en Afganistán y olvidarse de Georgia. Habrá que esperar a los debates entre ambos candidatos para avizorar por dónde puede ir la cada vez más probable presidencia de Obama y si éste llega a cumplir ese sueño, pisar la Casa Blanca.