Han pasado 50 años desde que Martin Luther King pronunciara una de las piezas de oratoria más brillantes del siglo XX. Su discurso sobre el sueño de que sus hijos llegasen a vivir en un país donde no se les juzgara por el color de su piel sino por su forma de ser perdura en el recuerdo dentro y fuera de Estados Unidos. Aquellas palabras pronunciadas en una multitudinaria marcha en Washington (250.000 personas), que se desarrolló pacíficamente contra todos los augurios, dieron un impulso extraordinario al movimiento por los derechos civiles en un país donde el asesino Ku Klux Klan linchaba a placer y la segregación racial estaba a la orden del día en lugares como la universidad, la escuela o los transportes públicos, particularmente en el sur de Estados Unidos. Fue también el acicate que movió al presidente John F. Kennedy a insistir al Congreso para que promulgara una ley de derechos civiles, algo que nunca pudo ver y que su sucesor, el sureño Lyndon B. Johnson , se ocupó de convertir en realidad.

Aquel discurso fue pronunciado en el centenario de la abolición de la esclavitud proclamada por el presidente Abraham Lincoln . Un siglo había transcurrido, pues, desde la desaparición de aquella lacra, pero los negros seguían siendo ciudadanos de tercera. Menos de medio siglo después de que King pronunciara sus inspiradas palabras, un presidente afroamericano llegó por primera vez a la Casa Blanca, y no haciendo bandera del color de su piel sino de su capacidad política. Con Barack Obama el sueño de King se hace realidad, pero es una realidad incompleta. Aunque el avance de los negros es incuestionable, varias formas de racismo y de discriminación perviven en la sociedad estadounidense --y no solo en ella--, como demuestran con demasiada frecuencia determinadas acciones policiales o la elevada tasa de paro entre los afroamericanos.

Pese a todo, desde que Martin Luther King anunciara su sueño muchas cosas han cambiado en Estados Unidos y muchas más están por hacerlo. La neta división entre blancos y negros ya no es tal. Hoy, uno de cada seis estadounidenses es hispano y la mayoría blanca anglosajona dejará de ser tal en el 2045. Las desigualdades económicas y no solo la raza son las que marcan hoy la división social. Los bustos de Lincoln y King en el despacho oval de la Casa Blanca y la presidencia de Obama resumen 150 años de lucha por unos derechos inalienables.