Cuando a un conflicto empiezan a pasarle los años por encima, se convierte en un escenario de operaciones frustradas y las muertes alimentan una espiral de odio que se va enquistando; cuando los métodos tradicionales se manifiestan insuficientes como para dar respuestas, hay que abrir la mente a nuevas posibilidades de acción, buscar otros métodos de aproximación, urdir estrategias sobre las que cimentar una alternativa diferente, acudir a los orígenes tratando de descubrir las causas remotas sobre las que se asienta tamaño desencuentro.

Dejando a un lado el anacronismo histórico que sitúa la Inquisición varios siglos atrás, y una más que dudosa tolerancia entre las tres religiones monoteístas, el discurso de Barack Obama en El Cairo fue impecable, cumplió sobradamente con las expectativas pacificadoras que se habían puesto en él, dejando claro que Estados Unidos no está en guerra con el Islam, que existe una clara intención de superar las viejas rivalidades generadas por la política belicista de sus antecesores.

Se trata de sustituir la ineficacia operativa de las armas por el rigor de la diplomacia, de construir un clima de entendimiento basado en el respeto mutuo. Deslindando ese planteamiento simplista y equívoco que confunde el islamismo moderado con otro de corte más radical, que se ha servido del fundamentalismo religioso y del antiamericanismo para pervertirlos y utilizarlos en beneficio de sus veleidades conspirativas, algo contra lo que también se muestran en desacuerdo los musulmanes no radicales.

XLA CAIDA DELx del muro de Berlín puso punto final a una época dominada por la guerra fría, pero mientras el mundo celebraba este acontecimiento, el trastorno bipolar se trasladaba a otro escenario de operaciones, donde el viejo telón de acero era sustituido por el mundo musulmán. El conflicto surgió a raíz de la creación del Estado de Israel, algo que ha envenenado las relaciones entre la mayoría de los habitantes de la zona, ya sean: israelíes, palestinos, libaneses, iraquíes, kuwaitíes, sirios, iraníes o afganos. Pero no todas las causas de estos conflictos son atribuibles a cuestiones identitarias, territoriales o ideológicas, ya que detrás de alguno de ellos se adivina la sutil mano americana tratando por hacerse con el timón, junto a una demostrada voracidad por arramplar con lo mejor de un botín cuantificado en petrodólares.

Pero es tal la divergencia existente entre ambos mundos que resulta casi imposible abrir una grieta en medio de este muro de intransigencia, no sólo por la falta de democracia existente en la mayoría de los países de la Liga Arabe, donde carecen de la más absoluta libertad religiosa y donde no se respetan los derechos humanos ni la dignidad de la mujer, sino también por la existencia de facciones de radicalidad extrema que han atemorizado al mundo con su terrorismo sanguinario, y últimamente la tenaz proliferación de armas nucleares con las que Irán pretende ejercer su hegemonía en la zona y tensar de este modo la cuerda de la discordia.

Para que el discurso de Obama no se quede sólo en mera retórica cargada de buenas intenciones, el presidente americano lo ha hecho acompañar de varios gestos, como el de sus antecedentes familiares explicitados en su apellido Hussein , en sus constantes citas del Corán, en la cuantificación numérica de los musulmanes que habitan en América y en una crítica a los errores del pasado, además de una política de hechos concretos como el desmantelamiento de Guantánamo, con todos sus limbos legales y sus torturas, la retirada americana del conflicto armado iraquí, las matizaciones expresadas respecto al incondicional apoyo americano a Israel, que pasan por el reconocimiento del derecho del pueblo palestino a tener Estado propio, y a ver desalojados los asentamientos de Cisjordania, algo que no es del agrado del presidente israelí Netanyahu .

Teniendo en cuenta la gravedad de la situación por la que atraviesa Oriente Medio, y que no se trata de un conflicto aislado y localista, sino de algo que puede tener un alcance universal, el mero intento de cualquier gesto mediador es siempre bien recibido. Conseguir la total pacificación de esta zona sería un hito histórico equiparable a cualquiera de las grandes gestas de la humanidad. Pero han sido ya tantos los que han pretendido este acercamiento, y tantos los intentos fallidos, que resulta difícil pensar que ésta vaya a ser la ocasión definitiva. Porque no sólo se trata de una guerra de intereses cruzados, ni del restablecimiento de unos difíciles equilibrios, sino de propiciar unas negociaciones entre quienes tienen una mentalidad diferente, una ideológica diferente y unas creencias e intereses diferentes. La evidencia de tantos cadáveres puesto sobre de la mesa negociadora, obliga a un revisionismo histórico de muy difícil superación, algo que puede entorpecer cualquier posibilidad de llegar a acuerdos perdurables en el tiempo.

El camino será largo, sinuoso y complicado, requerirá tiempo, dedicación y mucha cautela, pero nada hay imposible para quien con tanto empeño se ha entregado a la causa de conseguir un mundo diferente, el único capaz de extraerle a este conflicto su alma blanca, alguien para quien la idea de la hermandad universal ha dejado de ser una mera utopía.