Resulta que en Extremadura todos estábamos muy contentos porque la siniestralidad laboral, en su lado más cruel, el de los accidentes mortales, estaba registrando bajas sensibles con respecto al nefasto 2005, año en el que, cabe recordar, veintinueve trabajadores perdieron la vida en el centro de trabajo. Pero, que poco dura la alegría en casa del pobre.

La celebración del Día Internacional de la Salud y la Seguridad Laboral, el pasado 28 de abril, me dio pie a reflexionar sobre la situación laboral en términos de salud y seguridad en nuestra comunidad autónoma a través de un artículo de opinión que se publicó en esas fechas. En el mismo me congratulaba, como no podía ser de otra forma, del descenso de la siniestralidad, pero avisaba que en numerosas ocasiones, sólo la delgada línea de la suerte separa el que un accidente laboral termine en tragedia. Desgraciadamente los hechos, en estos días, me otorgan la razón.

El fantasma de la siniestralidad laboral mostrando su cara más cruel y despiadada ha vuelto a la carga --y con qué fuerza-- durante el mes de julio y los días hasta ahora transcurridos de agosto. El fallecimiento de uno de los trabajadores accidentados en la empresa Mafresa es el último de un mes y medio negro para los trabajadores extremeños. Tanto es así que en este periodo hemos sufrido el mismo número de accidentes mortales que en todo el primer semestre del año y ojalá sea el último dado que otro trabajador de esta misma empresa se encuentra muy grave.

Hasta el mes de junio del presente año habíamos registrado cinco accidentes mortales en centros de trabajo, lo que suponía un descenso muy significativo con respecto a los trece acaecidos en el primer semestre de 2005. Pues bien, en menos de cuarenta y cinco días hemos sumado diez, ¿qué les parece? A mi, que la suerte nos ha abandonado, y que como persisten los problemas de siempre, pues en cuanto vienen mal dadas sólo nos queda lamentarnos. Y es triste el pensar que estos accidentes se podrían haber evitado y no se ha hecho porque se siguen dando las mismas condiciones: ignorancia sistemática de la ley, ausencia de información, formación y participación de los trabajadores y sus representantes en la gestión preventiva de la empresa, falta de adopción de medidas de seguridad, precariedad, subcontratación y un largo rosario de causas que se repiten a lo largo del tiempo a pesar de ser sobradamente conocidas. Y claro, así en cuanto la suerte nos es esquiva o nos abandona, pues vuelven a saltar todas las alarmas, los golpes de pecho y el rechinar de los dientes.

XCABEx preguntarse hasta cuando vamos a mantener esta situación que origina profundos dramas personales en el seno de las familias de los trabajadores y trabajadoras. ¿Por qué se incumplen sistemáticamente las normas más elementales de seguridad que producen resultados irreversibles, como son la muerte de trabajadores, y nadie acaba con sus huesos en la cárcel? ¿Por qué la mayoría de las empresas siguen considerando las inversiones en salud y seguridad como un gasto y no como una inversión que aumentaría su competitividad y ahorraría miles de euros de las arcas públicas? ¿Por qué los servicios de prevención siguen sin ser eficaces en sus tareas de realizar una labor de verdadera prevención que evite muertes inútiles? ¿Por qué la administración sigue sin considerar la lucha contra la siniestralidad laboral como una de sus prioridades? ¿Por qué todos seguimos permitiendo que se produzcan muertes evitables?

Muchas preguntas cuya respuesta seguimos confiando en la suerte cuando lo que podríamos y deberíamos hacer, sin excusas, es combatir en origen, detectando el riesgo y adoptando las medidas oportunas para eludir las consecuencias. Porque seguimos exponiéndonos a que la suerte, un día cualquiera nos abandone.

*Secretario de Salud Laboral de

UGT-Extremadura