Nuestro asfalto se riega con sangre joven. Pero no escarmientan en cabeza ajena. Vivo a la entrada de un pueblo pequeño, junto a una carretera local. Escalofríos siento cuando veo salir y entrar en el pueblo a esos jóvenes que parecen tener ideas suicidas, o que sienten auténticos orgasmos pisando el acelerador. Son todos jóvenes; ni sobrepasarán los 25 años. Se palpa en el ambiente que, en estos meses veraniegos, corre en las fiestas la coca, las pastillas, el alcohol... Y, luego, pasa lo que pasa. Pero también en los inviernos continúan con sus tendencias suicidas. De progresistas es velar por la libertad, pero poca libertad puede haber cuando no hay seguridad en nuestras calles y carreteras y se impide la libertad de los demás. FELIX BARROSO Santibáñez el Bajo