Indudablemente en Hollywood han encontrado el filón de la mujer como consumidora o como mero ropaje. Como una categoría para optar a los oscar, un «vestuario», que los disfraza de una nueva versión de lo políticamente correcto, algo que se traduzca en lazo que lucir en la solapa o en discursos en galas que el año siguiente se olviden. No es que no se agradezca cualquier empujón para conseguir un fin justo, es solo la evidencia de la hipocresía de quienes «descubren» algo que deberían haber denunciado antes.

La constatación de que, como ocurrió con otros empeños, este también sera efímero. Y, sobre todo, la certeza de que su repentina sensibilización será comercializada hasta que un estudio de mercado indique que el negocio está suficientemente explotado. El otro día oí comentar un elogio sin medida de la película Wonder Woman presentándola como un producto necesario para atender la necesidad de modelos para las jovenes: Una chica que lucha contra los malos con minifalda y escote, volando con su melena al viento. Esos mismos vientos que hoy pretenden cambiar los finales de las óperas, censurar pinturas o libros como en una caza de brujas del pasado con parámetros de futuro, descontextualizando el momento en que fueron creadas o confundiendo al autor con su obra. Confeccionando listas negras de artistas, arrojando con ellos sus creaciones a la hoguera o desterrándolas a la lista de textos prohibidos. Rezumando intolerancia de otros tiempos.

La fabricación de esta super heroína para mostrar una mujer a la que imitar, denota, cuanto menos, una falta de imaginación evidente, pero sobretodo un olvido de la historia, plagada de ejemplos reales: Marie Curie, Rigoberta Menchú, Rosa Parks, Eleanor Roosevelt, Mary Wollstonecraft o Teresa de Calcuta. O mujeres de ficción, como la diosa Atena estratega y sabia o la diosa Artemisa, independiente y preocupada por las mujeres oprimidas. Y, por último, millones de mujeres, las madres y abuelas de esas niñas para las que se busca un referente, que en su día a día, a veces desde sus cocinas, desde la universidad, el hospital, el ejército, desde su taller, su escaño, su despacho, su pequeña tienda, han luchado, con coraje, sobreponiéndose a situaciones injustas y demostrando que no hacen falta superpoderes para demostrar su fuerza.