TEtl evangelio según San Mateo, en el capítulo 7, nos habla del Sermón del Monte de Jesús. En su versículo 15 nos dice que nos guardemos de los falsos profetas, y en el 16 que a estos por sus frutos --digamos sus obras-- los conoceremos. Aunque la Biblia no sea mi libro de cabecera, creo que junto al Quijote son los mejores manuales para conocer el carácter humano e interpretar su conducta. Ambos están llenos de citas alegóricas y buenos consejos, que por cierto, muchos que dicen ser buenos cristianos no deben haber leído. Extrapolemos estas citas bíblicas a la política, esa ciencia que es pan nuestro de cada día, porque está en todas partes y de ella depende nuestro presente y nuestro futuro. Por eso nadie es apolítico. Todos estamos sometidos a la política, queramos o no. Otra cosa es que la aversión a ciertos políticos provoque un desencanto en los ciudadanos. La política no se puede destruir, pero sí transformar.

Por sus obras conocimos a políticos del PSOE que nos decepcionaron al minimizar la crisis y no protegernos de sus efectos. Por ello fueron severamente castigados en las urnas. Pusimos la política en las manos de políticos del PP, al prometernos que ellos la transformarían ajustándola a la necesidad de todos los ciudadanos. Pero fueron falsos profetas de cuyas obras solo se ha beneficiado lo que conocemos por macroeconomía. Siendo justos, también deberían ser castigados severamente en las urnas. Aunque después de tres largos años se justifiquen culpando a una mala herencia recibida.

Ahora se aproximan las elecciones y los falsos profetas siguen pidiéndonos nuestro voto. Pero nuevos profetas también pretenden nuestra confianza. Son políticos de distintas ideologías que nos presentan otras alternativas. Aún no conocemos sus obras --solo especulamos de forma arbitraria sobre lo que ocurriría si las llevaran a la práctica--. Quizá nos sorprendan positivamente si llegan a gobernar. Y si resultan ser falsos profetas los echamos. Porque la política no se puede destruir, pero si transformar en las urnas cada cuatro años.