CCOO ha reclamado a la Junta de Extremadura que rebaje en siete centímetros o elimine el requisito de que las mujeres que quieran ser policías locales deben medir, al menos, 165 centímetros. El sindicato entiende que es discriminatorio por cuanto solo el 39% de las extremeñas darían la talla y que de esa discriminación se deriva el hecho de que solo un 5% de mujeres sean policías locales en la región. Además, argumenta que en otros países no hay límite mínimo de estatura para ser policía y que otros cuerpos policiales de nuestro país tienen límites más bajos: la Policía Nacional, la Guardia Civil, los mossos d´esquadra catalanes o la ertzaintza vasca exigen una talla de 160 centímetros a las mujeres, es decir, cinco centímetros menos que aquí. Este último dato debería hacer reflexionar a los responsables de la Administración regional para, al menos, rebajar la talla esos cinco centímetros, porque si una mujer que mide 1,60 puede ser guardia civil o policía nacional, ¿no puede ser policía local? Este asunto, sin embargo, va más allá de la discriminación y de la estatura de la policía. ¿No se debería poner el acento antes en la preparación física que en los centímetros de altura del o la agente? ¿De qué sirve un policía que mide 1,90 si, dos años después de terminada la instrucción, está en una situación física que le impide enfrentarse a vicisitudes por las que pasa su trabajo? ¿Por qué no hay controles físicos, dado que esa condición es necesaria para ejercer su función como le exige la sociedad? Tal vez habría habría mejores policías si fueran ágiles, atléticos, bien preparados, aunque fueran bajitos.