TEtn el cuento de Cenicienta, los emisarios del príncipe no eran capaces de dar con un pie que se ajustara con exactitud milimétrica al zapatito de cristal, hasta que dieron con el de Cenicienta. En los cuentos posmodernos ocurre al revés, son las doncellas las que buscan zapatitos que se adecúen a sus pies. Y suele ocurrir que encuentran número y modelo con facilidad, el pie de una persona es bastante receptivo. Puede que en algunas ocasiones se haga el estrecho y nos incomode por unos días, pero una vez que cede, tenemos zapato para rato.

Otra cosa es encontrar talla idónea y modelo al gusto en ropas que cubran torso o extremidades. Si usted tiene sobrepeso y le gusta ir a la última, antes de salir de compras persígnese mientras pide a su santo preferido que le dé suerte para encontrar lo que busca. Y si además de sobrepeso, sobrepasa los cuarenta años, rece a san Judas Tadeo, santo de las causas imposibles, para que le conceda volver a casa con las prendas necesitadas. Parece que el pret a porter sólo se lleva bien con los cuerpos estilizados y jóvenes. En lo referente a las tallas, los confeccionadores deberían ser más generosos a la hora de echar tejido a pantalones y camisas.

Si usted peina canas y se embute un vaquero a duras penas, y una vez abotonado le asoma medio calzoncillo por el trasero, no se extrañe, es lo que se lleva. Eso sí, deberá comprarse unos boxes molones, de esos que enseñan marca en el elástico. Es la moda, oiga. O eso, o el clásico chino. Hacerse el estupendo a cierta edad no está al alcance de cualquiera. Claro que cabe la posibilidad de que en vez del estupendo se haga usted el friki subversivo que quiera mandar tomar por saco a los que nos imponen modas y hábitos, y se coloque lo que le venga en gana de la época que le dé la gana a la hora que más le plazca. Quizá, por rebelarse contra la moda, consiga implantar una nueva moda. Ya lo dice el dicho (en este caso invertido): ¿Dónde va la gente-?