TEtl tamaño y las dimensiones traen de cabeza a los humanos; en el mundo de la res pública, la longitud y la anchura son las percepciones más placenteras y orgásmicas: el tamaño importa sobre todas las cosas. Esas generosas proporciones han de ser exhibidas, sin falsas humildades ni obscenidades, porque la exposición de su extensión y grandiosidad levanta suspiros, desata lamentos, genera halagos, libera complejos y acrece, en esperanzadas perspectivas, el entorno de quien las posee.

Sin embargo, la obsesión por el tamaño suele atrofiar otras cualidades de más fino calado. Es frecuente encontrar a gente que ha rebajado la capacidad conceptual, a quien se le ha embotado y atrofiado la facultad de raciocinio y quien ha perdido la habilidad social, el talante para resolver, gestionar, idear y hasta comunicar: lo único que les importa es el tamaño de un despacho de sesenta metros como el que se proyecta para el consejero del futuro en la capital de una de las regiones más pobre de Europa.

Esta previsión nos recuerda aquella división cartesiana de la res extensa frente a la res cogitans, versión sofisticada de la castiza "caballo grande, ande o no ande". Pues que los dioses nos protejan de las grandes extensiones, los grandes jamelgos y, sobre todo, de los "faraonitos".

*Filólogo