La españolidad de los extremeños parece fuera de toda duda a estas alturas de una película que tiene por guión la falacia de la ruptura de un modelo de Estado que a través de la propia Constitución todos nos quisimos dar en su día. Así lo pone de manifiesto el tantas veces cuestionado Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), que en esta ocasión, a través de su Boletín de Datos de Opinión, ofrece un interesante chequeo al concepto de identidad extremeña, entendido dentro de un todo que es la propia estructura autonómica española. Así, por ejemplo, de los datos del análisis se desprende que no somos nada nacionalistas, pero sí muy regionalistas. A la hora de calificar este sentimiento de cero a diez, los extremeños lo puntuamos con un siete, la nota más alta de cuantas se registran en toda España. A pesar de ello, en esa foto fija que nos hace participar de un sentimiento nacional desde una identidad, la regional, bien entendida, más de la mitad de los encuestados considera que Extremadura todavía no ha tocado su techo competencial, por lo que reclaman una mayor descentralización.

Y, de acuerdo con la encuesta del CIS, parece algo lógica esta reclamación habida cuenta de que es mayor el número de extremeños que muestran más interés por la política regional que por la nacional. A ello se suma otra clave no menos decisiva para entender esta forma de hacer país. Los ciudadanos lo tienen claro cuando valoran la labor de las distintas administraciones: la que se lleva la peor nota es el Gobierno central, al que suspende casi setenta de cada cien encuestados. Por el contrario, consideran que son las decisiones que proceden de Madrid las que mayor incidencia tienen sobre el desarrollo de su bienestar social. Sin duda, esta es una consecuencia clara en el sentir extremeño que nos dice que el Estado de las Autonomías nos ha venido muy bien. Incluso el profesor Baigorri, sociólogo de la Universidad de Extremadura, así lo reconoce.

Pero más allá de los datos y las revelaciones implícitas que éstos conllevan en la encuesta del CIS, deberíamos reflexionar sobre otras cuestiones que hacen referencia al desconocimiento general hacia diversos ámbitos, ya sean institucionales, administrativos o legislativos. Así, llama poderosamente la atención el desinterés por cuestiones políticas o, incluso, el hecho de que nueve de cada diez extremeños no conozcan el trabajo de la Asamblea. Esto, sin duda, liga mucho con la madurez de un pueblo, del que tampoco son ajenas cuestiones como los escasos índices de lectura, ya sean de prensa o libros en general, que se detectan en nuestra región. Ante este escenario, no es descabellado pensar que los extremeños debemos conocernos todavía más a nosotros mismos. Y nos resistimos a creer que se trate de una apatía generalizada. Quizá la cuestión resida en el acceso, más o menos difícil en cuanto al ámbito que analicemos, a determinadas fuentes de conocimiento. Porque de todos es sabido que la vida se escribe hacia adelante, pero se entiende hacia atrás.