Los políticos prometieron ayudar a los enfermos dependientes y a sus cuidadores. Entre ellos el alzhéimer causa estragos tanto en el paciente como en sus familiares. La enfermedad avanza borrando los recuerdos y las imágenes hasta hundirse en un pozo, arrastrando en muchos casos una parte de la salud de sus cuidadores. A pesar de este dramatismo emocional, no podemos olvidar el desgarro económico derivado de las horas de atenciones y entrega que precisa el enfermo, desde la alimentación hasta las necesidades fisiológicas del ser humano que requieren la colaboración de sus hijos y allegados. Pero la Administración no solo nos ignora, sino que nos engaña con falsas promesas. Según parece, tanto el Gobierno central como los autonómicos disponen de unos plazos para efectuar el reconocimiento y la valoración del enfermo. La ayuda que anunciaron fue una bandera para camelar a los incautos electores. Después, sin el menor atisbo de vergüenza, los atrasos en las calificaciones son constantes. Y no acaba aquí la demagogia hipócrita oficial, ya que una vez calificado el enfermo y comprometido el Gobierno, el dinero no llega. Ni tan siquiera envía una carta comunicando la fecha de la ayuda, con lo cual sería algo más llevadero el problema. Además, la asistencia social se beneficia de esta situación creando unos puestos de trabajo que en gran parte se justifican con unas citas que solo sirven para preguntar cómo sigue el dependiente; nunca dicen cuándo cumplirán lo prometido. Y así nos van dando palos y embaucándonos. Malos sentimientos se están germinando: la rabia y la desesperanza forman una mala mezcla.

M. C. C. P. **

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