Desde hace algunos meses, resuena en el ambiente un debate --un tanto superficial y simplista-- a propósito de la idoneidad o fatalidad de las tareas escolares. Hasta ahora, la parte más ruidosa en esta contienda ideológica ha sido la de los padres y madres de alumnos, representados por diversas asociaciones y federaciones, que son quienes han abierto y alentado una discusión con la que pretenden reducir a la mínima expresión los tradicionales deberes escolares. Se quejan de que sus hijos tienen que realizar muchos deberes. Pero también se quejan --por lo 'bajini'-- de que, después de una larga jornada laboral --o aún sin jornada laboral-- son ellos quienes se tienen que sentar con sus hijos, durante horas, para que realicen las tareas escolares. Hay padres y madres que piensan que son demasiadas las tareas que los 'profes' encargan a sus hijos, y que, de buena fe, persiguen su racionalización.

Pero, si hablamos con franqueza y sin miedo a la dictadura de la corrección política, cabe señalar también que hay un importante colectivo de padres que aborrecen esas tareas precisamente porque tienen que dedicar parte de su tiempo a ayudar a sus hijos para que las resuelvan. Es decir, que, frecuentemente, como ocurre en otros muchos debates, se esgrimen razones de altura para cambiar el curso de las cosas, cuando, realmente, se persiguen objetivos más mundanos. Desgraciadamente, en esta polémica acerca de las tareas escolares, parece que hay un poco de eso. Porque si no, no se entendería que esos mismos padres que reclaman más tiempo libre para sus hijos sean los que los apunten a mil y una actividades extraescolares para mantenerlos ocupados durante toda la tarde. Esto es, que si quieren tiempo para que sus hijos jueguen, deberían brindarles oportunidades para lo lúdico, y no atiborrarlos con más actividades didácticas.

Es cierto que, a veces, los horarios laborales complican aquello de la conciliación, y no hay más remedio que recurrir a la oferta de actividades vespertinas de los centros escolares, deportivos, o de idiomas. Pero, también, lo es que hay más de un papá y mamá que prefiere dormirse una siestita a tener a sus hijos en casa desde las dos de la tarde. Es triste, pero es así. Y quien no quiera reconocerlo, sabe que está obviando una parte esencial de una realidad compleja. (Continuará...)