TEtl pasado domingo escribía, en este mismo espacio, sobre la polémica de las tareas escolares. Fijaba la atención en la impostura de ciertos padres y madres, que reclaman menos deberes para sus hijos al tiempo que les obligan a cubrir el horario vespertino con cantidad de actividades extraescolares. Zanjar el debate ahí habría supuesto una inaceptable simplificación de un tema bastante complejo. De ahí que, hoy (y la próxima semana), quiera continuar compartiendo algunas reflexiones sobre distintas derivadas de una disputa ideológica y práctica en la que ya han entrado hasta organismos del relumbrón de la OMS o la OCDE. Estos organismos vienen a confirmar las quejas de niños y padres. Y hay que decir que no podía ser de otro modo, porque los resultados del estudio realizado por la OMS, a propósito de la salud de los escolares, está basado en preguntas a los propios niños acerca de si les agobian las tareas escolares, por ejemplo. ¿Y cuál ha sido la respuesta de los chavales? Pues que sí, que están agobiados. Y hay que reconocer que, probablemente, no están mintiendo. Esto es, que se sienten realmente así. Pero tan cierto es eso como que la responsabilidad de esa respuesta no debería de hacerse recaer (como se pretende) en los maestros, sino en una sociedad que les ha inculcado un erróneo modo de entender la educación y la vida. Porque, por desgracia, los chavales han aprendido que la motivación es el summum, y que, si no existe, tienen que estar desganados; que el esfuerzo es una antigualla, y que el aprendizaje tiene que ser siempre divertido, sencillo y gratificante; que la autonomía es algo anacrónico, y que es obligatoria la ayuda de padres, madres, hermanos y profesores de academia si no se han quedado con la 'copla' en clase; que mola pasar la noche de fiesta, y que es una tortura pasársela estudiando; que la palabra de sus papás es la Ley en lo que a deberes y estudios respecta, y que los maestros son abominables seres que los castigan diariamente mandándoles a practicar y estudiar lo explicado en clase. Han aprendido que la vida es felicidad perpetua y alegría continua, que no hay dificultades y que nunca hay que sacrificarse. Y así, con ese bagaje, ¿¡cómo no van a decir que están agobiados!? Es normal que se pronuncien en este sentido. Pero también es verdad que la realidad dista mucho de ser ese cuadro de un mundo feliz con el que se les está engatusando... (Continuará)