"Usted dijo perpetua" asevera el marido de Liliana Coloto , violada y asesinada en El Secreto de sus ojos, bellísima fábula sobre el amor, la maldad y la justicia. "Se pudrirán entre rejas", amenazó Felipe González en el duelo de Tomás y Valiente . En la película, el sádico, convicto y confeso, liberado por el poder en una Argentina de tiranos, vive impune para seguir matando. No era un Estado de Derecho. Cuando se descubre al fin que el esposo había encarcelado de por vida al asesino, tomándose en un país injusto la justicia por su mano, el espectador siente alivio. El que tanto daño causó había pagado. El cine es así. Arte. Y existe la justicia poética.

La vida no es una película, la España actual es un Estado de Derecho y su justicia, poco poética. Por eso repugna a los honrados, salvo a Urkullu y demás buenistas, que miembros de la jauría humana que condenó a tantos inocentes a "una vida llena de nada" tras arrebatarles todo, culpables del mayor dolor y desgarro continuado y colectivo que ha sufrido España desde la Guerra Civil, vayan a salir libres tras el fallo del Tribunal de Estrasburgo. No solo Inés del Río , sino toda una caterva inmunda de terroristas y criminales crueles dejarán de "pudrirse en la cárcel", como prometió quien se supone que podía.

Pues bien. Podían pero no quisieron. Porque no es que el Tribunal de Derechos Humanos otorgue tarifa plana para matar aunque en el día de hoy se consuma que sale igual un tiro en la nuca que veinticinco. Nuestros gerifaltes de antaño no aseguraron el derecho de las víctimas a la compensación sin consuelo de que los culpables cumplieran la pena que les correspondía. Porque el Código Penal de 1973 aplicaba la redención de penas sobre el tiempo máximo de cumplimiento efectivo, de 30 años, no sobre la totalidad de la condena. Tiempo tuvieron para cambiar tal norma disparatada. Estrasburgo no es filoetarra, mas no admite la retroactividad en perjuicio del reo. No se protegió la Justicia cuando se debía. Pero los responsables de la vergonzosa tarifa plana asesina están entre nosotros.