THtay que cuidar la puesta en escena. Aquellas instituciones que se sostienen gracias a las liturgias, deben cuidarla. En España hemos mejorado en puesta escena en todo lo concerniente al Ejército. El ministro Bono sabe manejar la parafernalia. No ocurre los mismo con la Conferencia Episcopal, el tal Blázquez como llamó Arzallus al flamante vencedor de monseñor Rouco , asumió el nombramiento con voz queda, gesto humilde y en una mesa de trabajo que en nada está hermanada con catedrales y botafumeiros. El teatro como actividad primigenia de la que se han surtido muchas de estas instituciones, tiene la facultad de ofrecer una metodología al alcance de todos: obispos, matrimonios, militares, vendedores de coches, profesores o políticos.

Y, sin embargo, el teatro en ocasiones cae bajo el peso de lo doméstico. Me contaba Cándido que hace poco había representado Réquiem aeternam, Dona una obra en la que interpreta a una muerta, en un escenario en el que hay una cocina. Como lo oyen, un escenario de un teatro rehabilitado recientemente que no ha podido sacarse de encima la servidumbre de una familia que se negó a vender su cocina. Por eso la pared medianera se incrusta en el escenario y con ella los ruidos de cucharas, sartenes, batidoras y electrodomésticos. Como en ese pueblo extremeño es difícil que alguien ponga en escena próximamente La cocina de Arnold Wesker , nos tememos que lo del espacio aludido que tanto gustaba a Chejov , permanezca vigente muchos años. Ya se están viendo Casas de Bernarda Alba con centrifugados de lavadoras, Romeos y Julietas entre batir de tortillas, o Hamlet con el estrépito de platos.

*Dramaturgo y directordel consorcio López de Ayala