TLta tecnología avanza, y con ella su beneficio y su peligro para el ser humano. Fuera de las máquinas bélicas, más sofisticadas cada vez, el hombre también idea otros aparatos que destruyen sin matar. Pongamos el ejemplo de esa máquina que suple a diez, veinte o treinta operadores en una cadena de montaje de automóviles; o en una fábrica de hilaturas. ¿Y qué me dicen de esa operadora de telefonía robotizada con la que tienes que tratar como si fuese de carne y hueso marcando teclas? Algunas gasolineras han colocado cobradores automáticos. Llegas, te sirves el combustible, pagas introduciendo la tarjeta de crédito en el cajero y te marchas. Lo normal es que te plantees qué beneficio tiene para ti como cliente ese tipo de dispensación. Y llegas a la conclusión de que quien realmente se beneficia es el dueño del negocio, que se ahorra un trabajador que te sirve el combustible y otro que te cobra. Ojo con la tecnología, que a los trabajadores se nos está subiendo a la chepa para provecho de cuatro listos grandes empresarios enriquecidos que quieren enriquecerse aún más. A este paso a mi amigo Lorenzo , que es camarero, le quitará el trabajo un hierático androide repeinado; o veremos a una pizpireta muñeca robótica, escoba en una mano y fregona en otra, haciendo el trabajo de una empleada de hogar. Ya tenemos máquinas pintoras que hacen retratos imitando varias técnicas pictóricas: óleo, acuarela, carboncillo. Así pues que nadie se sienta seguro en su trabajo, porque un aparatejo tecnológico te puede birlar el puesto.

Isaac Asimov ya lo predijo en su novela Yo, Robot , publicada en 1950. En el capítulo titulado El Conflicto Inevitable , este autor de ciencia-ficción habla de un mundo tan avanzado tecnológicamente que los robots han llegado a superar en inteligencia a los seres humanos y nos gobiernan. Claro que en este caso, dado el carácter autodestructivo del ser humano, Asimov plantea que lo mejor es que las máquinas tecnótracas tomen el control del mundo para que éste siga en pie.