El 27 de enero de 1993, en la pequeña localidad valenciana de Alcàsser se produjo el brutal asesinato de tres niñas, un suceso que por su crueldad convulsionó al país. Tres años atrás habían aparecido las televisiones privadas, que luchaban por hacerse un hueco en el mercado, hasta entonces monopolizado por las cadenas públicas. En ese combate por ganar audiencia y publicidad ya habían trabajado el fértil campo de la información de sucesos, a la que las imágenes televisivas le dan una fuerza enorme. La naturaleza del triple crimen reunía las condiciones ideales para que su cobertura se convirtiera en una carrera en la que las cadenas privadas competían entre sí. Esa competición también arrastró a los demás medios que no quisieron que sus lectores u oyentes se perdieran el relato tanto del sufrimiento de las familias como de las pesquisas policiales.

Veinte años después, la huella de aquella vergüenza sigue viva entre los habitantes de Alcàsser, a los que no les dejan olvidar. Sin embargo, los medios de comunicación sí han pasado página. Las televisiones privadas no renuncian a ese material morboso de los sucesos, sobre todo cuando tienen que ver con menores. Quizá la única lección de aquella actuación tan desgraciada es una creciente sensibilización del público, que en alguna ocasión ha dado muestras de más madurez que las propias cadenas sancionándolas cuando en esa voluntad costante de apurar al máximo se pasan de la raya.