No queremos censura, porque no se trata de silenciar a nadie a la fuerza. Pero sí que pedimos que las televisiones españolas sean menos indignas. Avanza la telebasura. Tiene razón Aznar al abrir el debate. Hay, por ejemplo, programas impresentables con personas que, ejerciendo la libertad de expresión (según dicen), gritan e insultan a propósito de cuestiones miserables. Encima, la competencia entre cadenas en vez de actuar ofreciendo alternativas temáticas va en dirección contraria: un pulso por ver quien ofrece más. El problema no es sólo de quienes la ofrecen: esta telebasura tiene éxito. Pero hay trampa: compite con una oferta más deficiente que nunca. Aznar se queja, pero los gobernantes tienen a mano antídotos. Uno, mejorar la programación de las TV públicas. Dos, elaborar una ley audiovisual y un consejo regulador que fije unos mínimos de ética para todas las cadenas. Insistimos: es una cuestión de respeto a los telespectadores. Un respeto de fondo, que no sólo plante cara a estas horteradas sino que logre una TV con más nivel en lo serio y en lo divertido. En las públicas, el respeto debe llevar también a que los informativos estén menos condicionados por quienes gobiernan, por cierto.