La popularización de las tecnologías de la comunicación ha producido el acceso abierto al conocimiento, lo cual nos ha llevado a una sociedad mejor informada. Es tanta la información que recibimos, especialmente a través de la televisión que nuestra capacidad de asimilación decrece. Pero la pantalla nos trae también esa enorme carga de publicidad. Hay secciones muy demandadas: los deportes, las noticias del tiempo, los seriales, y programas rosa que tienen una clientela determinada pero adicta, a la que se le hace esperar hasta quince minutos, bombardeándola de anuncios. Llega a ser tan abrumadora la publicidad que, a veces, tras la cabecera y sin apenas pasar más que dos o tres minutos, de nuevo la lluvia de anuncios. Otras ocasiones el corte publicitario tiene lugar en el momento más crítico del programa y nos hace esperar la solución o el desenlace final de lo que estamos viendo. Creo que se juega con la atención del espectador para mantenerlo pendiente de la pantalla alterando el ritmo y la intensidad que debe regir, pero esto parece importarle poco a las cadenas. La publicidad parece ser lo importante.

Hay que reconocer que algunas cadenas tienen la gentileza de avisarnos del tiempo de duración del corte publicitario y podría ser interesante porque podríamos iniciar la búsqueda de otros programas que reclaman nuestra atención, pero da la casualidad, aunque creo que así sea, que al mismo tiempo el resto de las cadenas televisivas aprovechan también para hacerlo otro tanto. Entonces no nos queda otra solución que bajar el volumen o apagar el televisor.

La televisión pública, que pertenece al Estado, de donde recibe el apoyo económico no se ve, hasta la fecha, libre del problema. Deseamos que las recientes medidas reguladoras que se pondrán en funcionamiento dentro de poco puedan ofrecernos una televisión sin el aluvión de publicidad.

Antonio Medina Díaz **

Badajoz