Es abundar en lo de siempre, pero no por ello hay que callar. En este país el deporte sirve como manipulación de masas y como venta de espectáculo no necesariamente deportivo. Hace unos días se celebró el campeonato nacional de cross en Punta Umbría: ni una palabra. Estamos en la segunda jornada del 6 naciones de rugby: ni una palabra. Tómense mis palabras desde el respeto hacia sentimientos personales, pero estoy harto de los Madrid-Barcelona, de las portadas sensacionalistas sobre casos de dopaje en deportes que ni les miran a la cara. De anécdotas personales de deportistas-modelo-analfabetos en los que se miran niños cuyos padres trasladan sus frustraciones o sus sueños infantiles a la expectativa de que el niño triunfe, es decir, gane dinero. No puedo dejar de lamentar que se cambien los valores del deporte originales por los rentables. Sólo me gustaría que cambiasen las cabeceras; en lugar de información deportiva pusieran información futbolística.

Y es que sólo se destaca aquello que puede venderse como imagen o representa un pico de audiencia o un escaparate al que encaramarse al conseguir una medalla. Cuando veo en el rugby que el equipo ganador hace un pasillo al equipo perdedor y le aplaude, necesariamente debo creer que mi forma de entender el deporte está cerca de sentirme vivo y unido a los que piensan como yo.

Juan Leyva Martínez **

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