El tenebrismo es un estilo pictórico que se caracteriza por la aplicación radical del claroscuro y la profusión de colores negros. De la pintura ha pasado al discurso político. Una buena parte de los mensajes políticos diarios están tintados de desesperanza, anatemas, excomuniones y rompimientos, con lo que el sombreado y aún el oscurecido del panorama actual parece logrado.

Si ponemos el observatorio en la actividad política, los políticos conservadores insisten en la desmembración de la patria, en la cesión de la soberanía del pueblo a manos de ETA, en la invasión de los negros de Africa y la plaga de los delincuentes de la Europa del Este, en el catastrofismo cabalgando sobre los cuatro jinetes del Apocalipsis y las siete plagas. Yo diría que cuanto más píos y devotos --y no son necesarios los nombres-- más raudos y veloces son en desenvainar la espada flamígera del cataclismo, el caos y el crujir de dientes.

XSI ANALIZAMOSx algunos de los medios de comunicación de aliento eclesial, es mejor acabar de asumir, de entrada, que como ser vivientes que somos, estamos sujetos al linchamiento y la lapidación por el simple hecho de respirar, piense uno lo que piense y aún sin pensar, sea religioso o laico, cojo o manco, alto o bajo, cura o gay, albañil o alcalde con tal que se ponga en la línea de tiro del inquisidor mayor de las ondas que decide, desde su púlpito, el destino de todo ser humano si no se aviene a su ortodoxia. Pero quien ha cogido la brocha gorda y el cubo de la pintura negra para embadurnar la superficie patria esta vez ha sido monseñor Cañizares : "esto es la quiebra de la humanidad y la cultura de la muerte que impide la concepción e incentiva la destrucción antes de nacer". Hace tiempo no se oía, en persona seria, argumento tan grueso. La quiebra de la humanidad es la catástrofe, el fin, el cataclismo absoluto, todo un anuncio profético y visionario de quien asocia la eliminación de la humanidad con una democracia que, según él, se resquebraja y desintegra, ente otras atrocidades, porque los profesores de Religión no adquieren el estatus administrativo que monseñor desea.

Me parece adecuado que la Iglesia defienda sus dineros y su credo. Pero me parece injusto que el brochazo tenebrista se base en criterios destructivos que provienen, seguramente, de una excesiva fijación dogmática. La bondad y la tolerancia prevalecen en la medida en que decae la creencia dogmática y la existencia en la misma Iglesia universal de librepensadores ha rebajado notablemente el dogmatismo y han hecho habitable este mundo, pero esa rebaja no nos ha llegado todavía a esta España que debiera adornarse más de esperanza y futuro que de crespones negros.

*Licenciado en Filología