Caen las bolsas, reuniones gubernamentales de urgencia, videoconferencia del G-7. Conclusión política: hay que reducir el déficit público o, lo que es lo mismo, privatizar los servicios que presta el Estado para que se les pueda poner precio, olvidándose de la cohesión social y así tranquilizar a los mercados.

El mercado nunca ha permitido la libre competencia. No es verdad que el capitalismo actual sea un casino en el que especulan ciegamente los intereses de grandes grupos económicos, esperando que la suerte les sonría y puedan comerse los unos a los otros. Mucho me temo que los famosos mercados, y sobre todo sus agentes más notorios, se han concertado y están haciendo política en el sentido más literal del término: defendiendo sus intereses contra el interés general.

No solo tienen el poder económico en sus manos, también tienen la fuerza bruta (ejércitos profesionales, compañías de seguridad privada con el don de la ubicuidad y patente de corso, paraísos fiscales, tráfico de personas o cárceles secretas) que utilizan contra aquellos que definen como enemigos, sin que les tiemble el pulso. Todos lo sabemos y por eso les tememos.

La política representativa no tiene nada que hacer en esta batalla tan desigual de los poderosos contra los débiles. Ahí tenemos al candidato socialista proponiendo una rebaja salarial sin argumentos, para ganarse la voluntad de quienes realmente le pueden poner en la Moncloa.

Luis Fernando Crespo **

Correo electrónico