La tercera jornada de huelga en Siderúrgica Balboa se ha saldado con una subida de la tensión. La empresa y algunos trabajadores denuncian que los piquetes situados a las puertas de la factoría antes del inicio del primer turno, a las 6 de la mañana, insultaron y en un caso agredieron a uno de los trabajadores que no secundaba la protesta, mientras que los sindicatos consideraron una provocación que la Guardia Civil, provista de material antidisturbios, estuviera también a las puertas de Balboa, cuando no se habían producido situaciones de enfrentamiento en las dos jornadas anteriores que requiriese su presencia.

La tensión es inherente a toda huelga. Negarse a trabajar es una medida de fuerza que expresa un conflicto en el que hay también una fuerte carga emocional. Es una situación muy volátil para cuyo manejo se requiere tener frialdad, una cualidad rara en estos casos. Pero precisamente porque es rara es la que más se necesita. Que la tensión desemboque en cargas policiales o en insultos y agresiones no propicia solución alguna sobre el problema de fondo; al contrario, la enturbia. De igual modo, nada demuestra más la pérdida de la razón que obligar a secundar la huelga por la fuerza. Ningún conflicto se ha ganado si algunos de los que se apuntan a él solo lo hacen por presión, no por convencimiento.