Reconozco que la reciente noticia de la concesión del Nobel de Economía a Richard Thaler me alegró especialmente. Y supongo que fue por la rápida recompensa de cuando sientes que has «descubierto» algo singular o por esa identificación delegada de aquellos a los que, de una forma u otra, seguimos o idolatramos. Hacemos nuestro el éxito de otros, creando un orgullo colectivo del que tendrán en mente ejemplos de todo tipo. Además, pese a que (fingimos) no nos gusta demasiado, bajo un «te lo dije» siempre se oculta una satisfacción doble: no sólo tienes razón sino que están obligado a reconocértelo. Gasolina para el ego.

Todo lo que se ha contado en esas líneas son comportamientos reconocibles. Humanos, y por tanto, no siempre nacidos del raciocinio, y en no pocas ocasiones, ni siquiera conscientes. Porque así funcionamos. Personal y colectivamente. Esa fue la línea de estudio de Thaler: la aplicación del comportamiento humano a la economía. Uno de los adalides de la «economía conductual» o de la «psicología económica», que ha tenido otros celebres nombres entre sus filas (Tim Harford, entre otros, que conduce un programa en la BBC con un revelador e irónico nombre: «Trust me, I’m an economist»- «Confíe en mí, soy economista»).

¿Qué es la economía sino un estudio del comportamiento? Pueden imaginar que la recepción académica de esta línea de pensamiento nunca ha sido sencilla ni pacífica. La pretensión en el estudio económico ha sido rodearse del armamento y estructura propias de las ciencias. Así, la economía (y las finanzas, parte de la primera) se sujetó a fórmulas y ratios, con omnipresencia de las matemáticas. El origen numérico, la suma de un lenguaje propio (jerga), la construcción positiva de las formulaciones y la creación de un corpus doctrinal sugerían que estábamos ante una verdadera ciencia. Las teorías sobre el funcionamiento regulado del mercado («la mano invisble») y la progresiva sofisticación de las finanzas surgían como consecuencia de un progreso científico.

¿Por qué entonces se erró tanto en el análisis y corrección de la crisis? ¿Son los comportamientos de los ciclos económicos predecibles? Porque esa tendencia alejaba de la ciencia económico un elemento clave: el hombre. Y aún más, el hombre en su funcionamiento como sociedad. Si la economía es una ciencia, es una ciencia social, que se ve afectada permanentemente por el (imprevisible) factor humano.

Quizá la parafernalia propia de la ciencia ha alejado a grandes grupos de población de la economía, del conocimiento económico, de la cual conocen poco. Probablemente, porque perciben una mezcla de mecanismos complejos y de alquimia financiera que tienen resonancias poco amables. La generalidad de conceptos como «ingeniería financiera» (en realidad, su mal uso) ha contribuido a esa buena «mala fama» de la economía como materia reservada para un club exclusivo.

Es árida, sí. En ocasiones, complejas. Pero es un decisivo conocimiento social que sigue fuera del uso común. Lo cual es un tremendo error: la cultura financiera debiera ser una herramienta básica en nuestro día a día, ya que un enorme porcentaje de nuestras decisiones tienen un origen, causa o consecuencia económica.

La economía es un hilo conductor de la política porque son perfectos vasos comunicantes. Influye y es influida por la política, entendida como la forma en que la sociedad toma o delega sus decisiones. Pretender que los funcionamientos de ambos son independientes es tan aventurado como corto de miras. Si la política no tuviera efectos en la economía (y viceversa), no se habría creado una forma tan perfecta de capitalismo en un país de reminiscencias comunistas como es China. Pero sin conocimientos para rascar, sólo tendremos el solitario dato confuso que vive en la superficie.

Que grandes pensadores como Thaler introduzcan la psicología en la economía (y sean premiados por ello) debiera ser una enorme señal del camino a seguir por estados e individuos. La transformación económica que vivimos en la post-crisis se llevará por delante muchas de las estructuras que ahora creemos sólidas e inmutables. El dinero, el trabajo, el ocio, variarán en menos de 20 años de una forma radical. De manos de una nueva economía, interconectada y deslocalizada. De la variación en el modo en que nos relacionamos. Una ciencia social.