Catedrático de la Uex

En materia fiscal, todos estamos de acuerdo: lo ideal es cero impuestos". Así de contundente se expresaba el 3 de agosto Rodrigo Rato, conjugando una vez más, como buen miembro de su gobierno, la filosofía de la verdad aplicada por una sola persona a lo que tienen que pensar todos los demás. Evidentemente, cualquiera que practique un juicio elemental sobre los principios en los que se asienta una democracia social, interesada, por tanto, en responder a las necesidades de sus ciudadanos, convendrá sin mayor dificultad la barbaridad que subyace en tal afirmación. Muy grave, además si tenemos en cuenta la autoridad de quien la expresa. No obstante, a estas alturas de la legislatura, uno ya no se escandaliza ante tales sentencias maximalistas. Y si pareciera exageración, baste añadir la nueva oleada de información, la tercera, que se nos mete hasta el tuétano del interés económico de cada cual, con la supresión del impuesto de sucesiones. Todo empezó en noviembre del año pasado cuando se aprobó la medida por la tercera convención nacional del PP, como oferta electoral para las municipales. Durante varios días, los medios difundieron la medida, llegando algunos, como La Razón, a destacar un apoyo general de la sociedad hacia la propuesta. En febrero pasado, Martínez Pujalte, portavoz económico del PP en el Congreso, la presentaba por segunda vez, bajo el lema de favorecer a las familias y a las rentas medias. Como no hay dos sin tres, ahora resulta que el preciado tema vuelve a la actualidad, nada más y nada menos que como tarjeta de presentación de Mariano Rajoy, pero obviamente como oferta electoral con repercusión en las generales de la próxima primavera. Una vez más, el papel progresivo y redistributivo de una figura impositiva muy conveniente, queda ocultado por unos mensajes, que en vez de dar las razones sustentadoras del papel social del impuesto, adoctrinan con la simple expectativa de un ahorro personal.

Una sencilla explicación puede valer para ilustrar el tipo de gravamen, la tarifa del impuesto, actualmente vigente: quien tenga una base liquidable de unos dos millones de pesetas tiene un tipo aplicable del 8%. Quien la tenga de 100 millones, deberá contribuir con el 34%. Juzgue el propio lector.

Viene también al caso recordar a los profesores García Villarejo y Salinas Sánchez, catedráticos de Economía Política y Hacienda Pública: "se trata de un tributo especialmente adecuado para lograr un mayor grado de igualdad en la distribución de la riqueza entre los ciudadanos, y que viene exigido por la necesidad de dar contenido real al principio de igualdad de oportunidades reconocido por las constituciones de los países desarrollados". Otro experto en la materia, el profesor Luis de Sebastián, ha dado una sentencia estremecedora: "el único camino para mantener el equilibrio presupuestario, mientras se reducen los impuestos a los ricos, es reducir el gasto social a los pobres". En fin, es tanta la desfachatez que Zaplana ha sentenciado diciendo que en España nadie ha hecho una política más social que el PP. Sin más comentarios.