La policía francesa ha dado por desarticulada, por tercera vez en seis años, a la llamada cúpula militar de ETA. Algunos de sus miembros sólo han podido estar en activo unos meses. El ministro del Interior español, Angel Acebes, se ha felicitado y ha concluido que la ausencia de atentados terroristas en los últimos meses se debe en exclusiva a la impotencia a que se ha visto reducida ETA por la eficaz cooperación policial de Francia y España.

Sin embargo, la cadena incesante de detenciones también demuestra la capacidad de esta organización para regenerar su dirección e incorporar a ella a nuevos miembros. Asimismo, es arriesgado aventurar si ETA, que intentó asesinar a dos ertzainas hace menos de tres meses, dosifica voluntariamente el terror en una especie de tregua no anunciada, mientras mantiene una postura ambivalente respecto al plan Ibarretxe, o si simplemente se ha quedado sin apenas capacidad para matar. Cada vez que se extiende esta última sensación, el riesgo de un nuevo atentado crece.

Confiado en los éxitos policiales, Acebes los cree por sí solos suficientes para acabar con ETA. Pero, de nuevo, todo indica que es un peligroso error seguir renunciando a una política de altura para extinguir la violencia en el País Vasco.