El grave accidente aéreo ocurrido ayer en Barajas ha golpeado la conciencia y los sentimientos de la ciudadanía, primero por la magnitud de la catástrofe (153 muertos y 19 heridos) y luego porque este medio de transporte se ha popularizado en los últimos años y millones de personas han tomado o van a tomar el avión en este período de vacaciones o lo hacen de forma habitual.

Habrá que esperar a que la inmediata investigación de las autoridades aéreas aclare las causas de lo sucedido ayer con el vuelo JK5022 de Spanair que cubría la línea entre Madrid y Las Palmas de Gran Canaria, sean errores humanos o fallos técnicos. Lo fácil es sospechar que el mantenimiento de los aparatos se ha resentido por la feroz competencia entre compañías aéreas. La propia Spanair está pasando por un periodo de crisis. Pero puede ser una sospecha injusta, porque las estadísticas no avalan que la irrupción de las aerolíneas de bajo coste y la guerra de tarifas hayan supuesto un incremento de la siniestrabilidad aérea.

Una de las pocas informaciones contrastadas de ayer apunta a que la Administración Federal de Aviación de EEUU ordenó este mismo año en dos ocasiones revisar todos los aviones de la serie MD-80 ante posibles defectos en el tren de aterrizaje y en el fuselaje de las alas. El avión siniestrado ayer era un MD-82. De acuerdo con el registro de accidentes de McDonnel Douglas, los aviones de la serie MD-80 han estado involucrados en 56 incidentes desde sus comienzos, entre los que se cuentan 23 con destrucción de la nave. De esos incidentes, doce causaron muertes y la cifra de víctimas supera el millar. Las dos revisiones se ordenaron en abril y julio pasados, lo que originó la cancelación de centenares de vuelos en todo EEUU.

En cualquier caso, las autoridades aéreas disponen de mecanismos suficientes para que se haga la luz sobre lo ocurrido y depurar responsabilidades administrativas si las hubiere. Y la Justicia actuará si es que las hay penales. La compañía y las autoridades deben volcarse ahora en la atención a los supervivientes y a los familiares de las víctimas.

El miedo a volar no está justificado. La dramática cifra de muertos de ayer en Barajas no nos debe llevar a pensar que el transporte aéreo resulta especialmente peligroso, al menos en el primer mundo. A las estadísticas nos remitimos. Por los aeropuertos españoles transitaron, en el 2007, 208 millones de pasajeros, y en España había, al empezar ese año, 2,8 millones de vehículos a motor. En el 2007 murieron en las carreteras españolas 2.742 personas y en el primer semestre de este año son ya 1.047 los fallecidos en vías interurbanas. En los últimos 30 años han muerto en accidentes aéreos en España 1.248 pasajeros.

Hay que remontarse a 1985 para reseñar un accidente aéreo en España de una magnitud similar al sucedido ayer. Aquel año, 148 personas fallecieron al estrellarse un avión de Iberia en los montes que rodean el aeropuerto de Bilbao. Y el aeropuerto de Barajas no había sido escenario de un accidente tan grave desde 1983, cuando en dos accidentes distintos murieron 180 y 93 personas.