Ya hemos descubierto que el problema de Afganistán no son los talibanes, sino que el problema son los propios afganos. No todos, claro, posiblemente una minoría, pero esa minoría ocupa los puestos políticos, ordena la policía. Manda en el Ejército, y esos afganos son corruptos, mentirosos, dictatoriales, brutales, crueles con la población y deshonestos con los millones de euros y dólares que, salidos de los bolsillos de los contribuyentes occidentales, contribuyen a forjar pequeñas fortunas y mefíticos dictadorzuelos locales.

Si nos vamos de allí, nos ahorraremos varios millones de euros y, lo que es más significativo, salvaremos la vida de algunos soldados, pero eso significará la primera victoria seria y formal de los talibanes, porque, a las 48 horas de que las tropas de la OTAN salgan de Afganistán, los talibanes tomarán el poder (bueno, a lo mejor, si es en invierno tardan un par de semanas en hacerlo).

Es un laberinto terrible, donde habrá que elegir entre lo muy malo y lo peor, pero la sangría a corto y medio plazo va a ser muy dura. Solo la población de Estados Unidos tiene la posibilidad de entender por qué están allí sus tropas, porque sus dólares van a parar a políticos y funcionarios corruptos, y por qué, de vez en cuando, vuelven unos ataúdes envueltos en la bandera nacional. Pero los países de la Unión Europea, como diría un mejicano -del PRI por supuesto- andan muy flojos de coraje internacional, y va a ser difícil venderles la burra, o el tanque, destinado allí.

La CIA comenzó a subvencionar a los talibanes para joder a la URSS. Pero desaparecida la URSS, ni Rusia, ni Estados Unidos, ni la Unión Europea, saben cómo salir del laberinto que pagamos a escote entre todos.