WEwl triple ataque terrorista contra otros tantos hoteles de Ammán es un peldaño más en la escalada de la violencia en toda la región, cuyo epicentro se halla en Bagdad. Hasta ahora, Jordania, cuyos vínculos especiales con Estados Unidos son tan antiguos como notorios, había escapado de la ofensiva terrorista islámica. Pero el jordano Zarqaui ha conseguido en la capital de su país una sangrienta venganza contra un Gobierno al que considera apóstata y colaboracionista.

Sin solución a la vista para Irak, pese a los ensayos democráticos, Washington ya no sabe si deberá enfrentarse al caos, a la guerra civil o a una retirada. Pero sus problemas no acaban aquí. Y no atañen sólo a EEUU. Mientras la nebulosa de Al Qaeda extiende su radio de acción, los ayatolás de Irán, empeñados en dotarse del arma nuclear, acrecientan su influencia en Bagdad y su brazo también llega a Siria y Líbano. Unos y otros propugnan la aniquilación de Israel y un régimen integrista que imponga el rigor islámico a unas sociedades sometidas a la tentación modernista. Frente a este desafío, Occidente aún no ha conseguido ponerse de acuerdo ni sobre las causas del terrorismo ni sobre el método para erradicarlas.