Exministro de Trabajo

Se equivocan quienes creen que con bombas lograremos extender la democracia. Yerran quienes piensan que con guerras seremos más creíbles. En muchas regiones del mundo ya no podemos afirmar que representamos a los derechos humanos sin que desatemos una sonora carcajada. ¿De derechos humanos nos habláis cuando acabáis de bombardear ciudades y civiles? ¿De democracia os jactáis cuando despreciáis la opinión mayoritaria de la ONU? Sadam era un cruel dictador que esclavizaba a su población y bombardeaba a las ciudades kurdas. ¿No las habéis bombardeado también vosotros para imponer un gobierno extranjero, otorgaros sustanciosos contratos de reconstrucción y llevaros nuestro petróleo?

Todavía no somos conscientes de la peligrosa dinámica en la que estamos inmersos, y que irá a peor en estos próximos años. Entramos en un período de inestabilidad internacional, difusa y prolongada. Y parece que todos hacemos lo posible por acentuarla.

El mundo árabe, que fue grande e importante en el pasado, entró en una profunda decadencia, anclado por su propio inmovilismo. De conquistadores, pasaron a ser colonizados. Un duro golpe para su orgullo. Tras la independencia, intentaron diversos sistemas políticos. Dictaduras militares, monarquías absolutas, democracias parciales, sistemas totalitarios de socialismo real, teocracias... Casi todas fueron inútiles. La ineficacia y la corrupción terminaban asfixiando a sus poblaciones. Desde hace ya décadas, los fundamentalistas islámicos --fanáticos que quieren volver a la pureza del Corán para recuperar las grandezas pasadas-- van extendiendo su influencia, encontrando terreno abonado entre amplias capas de población empobrecidas y frustradas. Y, aunque anacrónico, cada vez son más sus seguidores.

Estos fundamentalistas son realmente peligrosos, amén de responsables, por su fanatismo, del atraso del mundo árabe, ya que impiden cualquier innovación y desarrollo. Pero Occidente parece empeñado en hacerle el caldo de cultivo. Despreciando en su conjunto al mundo árabe y ridiculizando sus creencias, sólo radicalizamos a muchos musulmanes moderados, que odiaban a los fundamentalistas aún más que nosotros, porque los conocían de cerca. Y en este debate estamos. ¿Cómo construir un mundo más seguro? ¿Con la fuerza unilateral? ¿Insistir en un modelo que conduce a diferencias crecientes de riqueza?

No lo dudemos: sólo un mundo más justo podrá ser más seguro. Robert Kagan establece en su ensayo Poder y debilidad que los europeos mantenemos una visión kantiana del mundo, creyendo que la paz perpetua es conseguible mediante consensos, mientras que "para EEUU, la verdadera seguridad sigue dependiendo de la posesión y el uso del poderío militar".

En su ensayo Por la paz perpetua, Kant no fue ni mucho menos un iluso. Sabía que la paz era tarea bien difícil, pero, pese a ello, creía que merecía la pena luchar por conseguirla. Apela a la necesidad de un derecho internacional y critica a los que utilizan la guerra "no según leyes universalmente válidas, sino con la fuerza y según criterios unilaterales ". Vargas Llosa, en su artículo La decadencia de Occidente, no cree que ni la visión norteamericana ni la europea sean tan unánimes como pudiera deducirse de los postulados de Kagan. Y nos dice: "Este análisis produce angustia porque muestra que la ley de la jungla sigue presidiendo las relaciones internacionales".

Emmanuel Todd, en Después del imperio, mantiene una opinión radicalmente distinta a la de Kagan. Los ataques de EEUU serían una muestra de su incapacidad para liderar un mundo que se ha hecho más complejo. Dice con respecto a EEUU: "Maltratan a los árabes porque son débiles militarmente, porque tienen petróleo y porque el mito del petróleo permite olvidar lo esencial, la dependencia global estadounidense para abastecerse de todas las mercancías". El ensayo afirma: "Al no poder derrotar a las verdaderas potencias de su tiempo (...) EEUU ha optado por una acción militar y diplomática ejercida contra las no-potencias, para escenificar un simulacro de imperio: el eje del mal y el mundo árabe, dos esferas cuya intersección es Irak".

Era cierto eso del mundo global, y nuestros bombardeos no son más que un ejemplo de gigantesca estupidez global.