El terror hace eco de su presencia de nuevo en Marruecos con los atentados que se han producido en los últimos días. Tristemente estos hechos se repetirán ya que los autoproclamados como nuevos saladinos se creen poseedores de la verdad absoluta y todo aquel que no comulgue con su ideario es considerado un enemigo del islam. Valiente estupidez la de estos sujetos. La democracia se abre paso poco a poco en muchos países árabes, algo que verdaderamente aterra a quienes dicen querer defender sus países del neocolonialismo occidental, ya sea cultural o económico. Su objetivo no es otro que encerrar a su pueblo en un concha de tortuga, de la cual no puedan salir. Así el islam estará a salvo de la podrida corrupción moral que asola a Occidente. Si los países que se ven acosados por el terror, como Marruecos, recurren a métodos expeditivos y represivos, los fanáticos habrán logrado su objetivo. El turismo es uno de los principales perjudicados por este tipo de atentados, ya que no solo se trata de mermar los recursos económicos, sino que también se elimina el contacto, el entendimiento y la comprensión que se dan entre los individuos cuando se conocen. Sin olvidar, por supuesto, la vida de inocentes. Llegado a este punto, es necesario llamar a cada cosa por su nombre: el terrorismo islamista no es más que fascismo, pues quiere poner cortapisas mentales a sus conciudadanos y se yergue en valedora de una religión y de un pueblo que realmente los detestan.

Jorge Ipiña **

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