THtace unos días que por motivos profesionales tuve la oportunidad de participar en una tertulia improvisada que, a las puertas del consultorio médico de Navalvillar de Ibor, un grupo de personas de edad avanzada organizó, y me llamó la atención el pesimismo con el que hablaban sobre el futuro que el fuego del pasado verano les había dejado y la incertidumbre que aún reina entre la gente afectada.

Me consta que desde la Consejería de Desarrollo Rural se ha realizado y se sigue realizando un enorme esfuerzo por paliar los daños y restablecer la normalidad en esta zona, yo diría que de manera contundente, pero claro está que las administraciones públicas tienen otra dinámica de trabajo, siempre por debajo de la demanda de la población y eso siempre supone cierta desconfianza. La cuestión es que se deben establecer mecanismos que permitan una mayor eficacia en la gestión de las ayudas y en la realización de los planes de recuperación, desde una perspectiva financiera fundamentalmente, pero también desde la articulación de fórmulas emanadas desde los pueblos y comarcas que posibiliten la intervención de manera inmediata. El anuncio del ministro Solbes en días pasados sobre la posible creación de una ecotasa que dote a los ayuntamientos de una mayor disponibilidad presupuestaria, la implantación de las herramientas de participación de la Agenda 21 en el medio rural que fomente un mayor diálogo social y por supuesto, la concienciación de la ciudadanía de que quien contamina paga y también quien conserva cobra , han de servir para que, por qué no, desde el ámbito local se pueda disponer de fondos especiales, procedentes de tasas y de bonificaciones, que ayuden a solucionar los problemas derivados de las consecuencias ecológicas ocasionadas por el fuego y otro tipo, sin tener que depender de mecanismos administrativos lentos por naturaleza.

La existencia de biodiversidad a raudales, el mantenimiento en muchos casos de tradiciones y culturas en peligro de extinción, la escasa humanización de los espacios naturales y el alto grado de conservación, nos ha de permitir la generación de recursos económicos procedentes del turismo fundamentalmente, los cuales tenemos la responsabilidad de que sean reinvertidos en el proceso, de modo que cuando exista un desastre ecológico tengamos herramientas cercanas para combatirlo de manera rápida y satisfactoria para todos y cada uno de los perjudicados.

*Técnico en Desarrollo Rural