Hay palabras del castellano que definen a la perfección situaciones cotidianas de la vida pública española. Una de ellas es emponzoñar, que significa según la RAE llenar de ponzoña a alguien, es decir, «verter sustancias que tienen cualidades nocivas para la salud o destructivas para la vida». Pues bien, en política se usa con demasiada frecuencia esta práctica. Básicamente se trata de ensuciar el terreno de juego si el adversario averigua o explota un mal propio y, de esta manera, mostrar ante la ciudadanía un escenario negro en el que todos mienten, todos tienen cosas que ocultar y, en definitiva, todos son iguales porque en esta España nuestra siempre hay dos bandos: unos que creen lo que les cuentan los suyos y otros que siguen a pies juntillas lo que les cuentan los contrarios. No obstante, el que está en el poder es el que más pierde, sobre todo si, como es el caso, está sustentado por 84 diputados y una serie de alianzas de conveniencia.

De los másteres, tesis o doctorandos venimos hablando toda la semana y, la verdad, ya uno está cansado de tantos dimes y diretes sobre las pruebas, los testimonios o los métodos Turnitin y PlagScan, nombres que todos hemos aprendido estos días para averiguar si hay plagio en un escrito, aunque, visto lo visto, a unos les vale como testimonio de fe y a otros ni metiendo el dedo en la llaga como Santo Tomás desisten de sus acusaciones y empeños.

Al final, todo este asunto de los estudios universitarios de postgrado lo que determina es que en este país lo malo no es ser pícaro o pillastre, sino que te cojan con el culo al aire. A lo largo de mi vida académica y profesional puedo decir que he visto de todo: desde tesis doctorales curradas y brillantes hasta otras mediocres pero aprobadas como favores de amigos o de pelotas buscando recompensa a posteriori. Lo de los másteres es más reciente, pero por lo que trasciende hubo uno en la Juan Carlos I que más que universidad pareciera que tuviera licencia de chiringuito. A estas alturas ya no me voy a escandalizar. Todos sabemos de sobra que en la sociedad actual lo importante no es lo que se es, sino lo que se aparenta. Y con esa filosofía lo que importa no es saber, sino disponer de un título que colgar de la pared o de la página web correspondiente.

No voy a poner la mano en el fuego por nadie, igual que espero que nadie la ponga por mi. Ni por Pedro Sánchez ni por Pablo Casado ni por Albert Rivera ni por otros que saldrán, porque salir van a salir más vista la espiral que ha tomado el asunto. Sin embargo, tanta insistencia en una misma dirección, sea del bando azul, sea del bando rojo o, de un tiempo a esta parte, del bando naranja aliado con rojos o azules según convenga, me hace desconfiar y pensar que todo responde a una estrategia de derribo.

No sé cómo el presidente, que tanto siguió a Rajoy en su etapa anterior y del que tanto ha aprendido, no ha seguido esta vez su doctrina de ponerse de perfil y dejarlo estar. Seguro que le habría ido mejor con esta estrategia o, en su defecto, decir aquello de que «todo es falso salvo dos o tres cosas». En vez de eso ha hecho pública su tesis (hay que tener valor para leérsela) y ha exigido una rectificación a algunos medios de comunicación bajo amenaza de denuncia dando un paso adelante y jugando al ataque en una partida sobre la que no se sabe cuál va a ser su final. El Gobierno quiere dar carpetazo al asunto, eso es seguro, pero está por ver qué hace el resto sabiendo, por ejemplo, que el Supremo aún no ha decidido si investiga a Casado por las supuestas irregularidades de su máster.

La semanita de Sánchez y del PSOE ha sido de órdago. Ha dimitido Carmen Montón, el segundo ministro que cae en 100 días, hemos asistido a una clara desautorización de la ministra de Defensa, Margarita Robles, por la venta de bombas a Arabia Saudí, y ha estallado la polémica de la susodicha tesis. Y todo eso en apenas cinco días; un sin vivir que refleja el tono preelectoral en el que hemos entrado tras el verano.

Todos los partidos saben que la cita de las andaluzas, seguramente de noviembre, y de las autonómicas y municipales de mayo del año que viene resultan unas primarias para las generales que tendrán que medir a Sánchez, Casado, Rivera e Iglesias. Una avería en la línea de flotación de uno u otro supone un ayudita de primer orden. Y para eso se puede hacer de todo, hasta emponzoñar.