WEwl papa Benedicto XVI empezó ayer el que no pudo llegar a ser el último viaje de Juan Pablo II. Se reunirá con centenares de miles de jóvenes católicos, en un acto que fue diseñado a la medida de su predecesor. Nadie espera que demuestre la misma capacidad para conmoverlos. La incógnita es saber si el nuevo pontífice, que siempre ha expresado mejor sus ideas con la pluma que con el micrófono, consigue comunicarlas con su propio estilo en un formato que en principio le resulta incómodo. Tras un largo paréntesis veraniego, en este viaje se levanta el telón sobre un pontificado que aún debe definirse. Se conocen cuáles son los temas que deben centrarlo: la relación entre la Iglesia y los estados y sociedades de una Europa laica, la criticada centralización de la jerarquía católica, el diálogo con otras religiones y confesiones o las injusticias de la globalización. En los próximos días se confirmará si Benedicto XVI da a estas cuestiones las mismas respuestas rígidas y exigentes que sostuvo el cardenal Ratzinger. En definitiva, si, como se presume, se inicia un papado destinado más a reafirmar a los convencidos que a recuperar a los alejados.