El 8-J ha pasado. Todo el mundo coincidía en que se trataba de un ensayo, un test para ver cómo estaba la correlación de fuerzas, para tomar la temperatura laboral tras las medidas de recorte del gasto que están adoptando los gobiernos, tanto el central, contra el que se había convocado el paro, como el autonómico, que ha quedado en un segundo plano. Los datos son confusos y, como es costumbre, la guerra de cifras es total. Las centrales sindicales hablan de un seguimiento de la huelga de funcionarios del 75%, mientras el Gobierno lo deja en apenas un 11%. Lo que está claro es que no ha habido un colapso en los servicios públicos. En el caso de Extremadura, UGT, CC.OO y CSI-F aseguran que un 73% de los empleados públicos pararon. La Delegación del Gobierno lo deja en el 6,46% y la Junta de Extremadura lo eleva al 10,74% en sus dependencias.

Más allá de la guerra de cifras en cuanto a seguimiento del paro en España y participación en las distintas manifestaciones de protesta, parece claro que hay una primera conclusión: aquella tentación inicial de bautizar esta convocatoria como una huelga general de funcionarios era errónea, además de pretenciosa. Solo ha sido de empleados públicos y ha contado con una participación discreta, o sea, ha reflejado el malestar lógico de quienes han sufrido en sus carnes los primeros rigores de los recortes, aunque la ciudadanía haya podido tener una percepción mayor.

Por tanto, una primera lectura de la jornada permite pensar que los ciudadanos están quejosos por la situación y por cómo les afecta, pero no parecen muy partidarios de salir a la calle o de perder un día de sueldo por hacer huelga.

Solo los trabajadores griegos, víctimas de unas medidas drásticas y sin duda injustas por antisociales, han sido convocados a una huelga general. No ha ocurrido en ningún otro país europeo. Veremos en las próximas fechas si los sindicatos de Alemania, donde se anuncia un ajuste sin parangón, echan a sus afiliados a las calles. También podremos comprobarlo en Reino Unido, donde el nuevo primer ministro prepara un paquete de recortes de gran calado.

¿Qué van a hacer los sindicatos españoles? La encuesta de ayer no es muy favorable a pisar el acelerador. Quizá por eso el Gobierno fue tan cauto y tiró de guante blanco para valorar el desarrollo de la convocatoria. Las cosas están como antes del paro, pendientes de hasta dónde quiera llegar José Luis Rodríguez Zapatero con la reforma laboral.