WLwas directrices de la reforma fiscal que ha presentado el vicepresidente del Gobierno y ministro de Economía, Pedro Solbes, son una simple declaración de intenciones del Gobierno, pero sin concreción técnica. Por los pocos datos explicados, únicamente sabemos lo que el Ejecutivo ha descartado. No se implantará, por ejemplo, un tipo único del impuesto de la renta, contra lo defendido reiteradamente por destacados dirigentes socialistas. No se modificará la deducción por vivienda, tema muy sensible para las capas sociales menos favorecidas. No habrá cambios sustanciales en la tributación de las plusvalías, para tranquilidad de los inversores. A partir de esos datos, todavía constituye una incógnita lo que hará el Gobierno socialista para mejorar la equidad tributaria y lograr, en palabras del propio Solbes, que las rentas del trabajo paguen menos impuestos cuando al mismo tiempo se reducirá el tipo máximo del gravamen, situado ahora en el 45%, en beneficio de quienes tienen ingresos más altos. Se trata del gran interrogante de lo que se presenta como una reforma fiscal tintada de ligero barniz social, pero que se parece mucho a lo que legisló el PP. Es, como máximo, un moderadísimo retoque tibio del IRPF.