No supimos interpretar los sueños a tiempo. Los años de bonanza eran sólo una quimera y la realidad de las vacas flacas nos ha cogido desprevenidos. Nuestros gozos económicos se han convertido en sombras alargadas y ahora aguardamos expectantes el futuro. La crisis económica ya es un hecho, y está quedando demostrado que el sistema de crecimiento y desarrollo que hemos adoptado tiene los pies de barro. Pero la crisis que sufrimos no sólo es económica, sino también de índole ético, social y espiritual.

Es cierto que con el actual sistema hemos creado riqueza; pero, a la vez, tenemos la sensación de que todo es provisional, que no es sostenible, que no garantiza nuestro futuro ni el de nuestros hijos. Es cierto que hemos conseguido mayor bienestar; pero también constatamos como, poco a poco, se nos escapan de las manos logros y derechos adquiridos. Es cierto que este sistema nos agasaja con infinidad de juguetes y caprichos; pero ya no nos hacen felices porque nos faltan cosas esenciales.

Necesitamos imaginar otro futuro; necesitamos nuevos valores, nuevas motivaciones, nuevas utopías; necesitamos otra forma de vida más acorde con nuestra naturaleza humana. Y tal vez ahora, en este tiempo de incertidumbres, sea el mejor momento para comenzar a cambiar las cosas, para cambiarnos a nosotros mismos, para cambiar el mundo.

Pedro Serrano Martínez **

Correo electrónico